La dimisión, renuncia, cese del ejercicio o bueno, lo que en valenciano seria la “espantà” de Benedicto XVI supone sin duda un acontecimiento histórico. Cuando ninguno de los que transitamos por aquí habitemos este planeta, los libros (o lo que haya entonces) se referirá a estos años de la década de 2010 como “época de locos”.
El mundo se acaba señores. Si hasta el “representante de Dios en la Tierra ” decide quitarse del medio es porque de verdad, algo no funciona. O tal vez sí. Si alguien que sólo tiene que dar cuentas al Todopoderoso decide que no puede con lo que tiene encima igual es un hilo de esperanza y, los firmes católicos (responsables de muchas de los desastres de esta sociedad del siglo XXI) por imitar a su líder espiritual, deciden seguir su estela. Aunque sinceramente confío poco en esta reacción de los ultra conservadores, al menos por lo que se refiere a los que disponen pasaporte español.
Como de teología entiendo más bien nada no voy a realizar muchas elucubraciones sobre el significado de esta dimisión. Como tampoco dispongo de la capacidad humorística de muchos usuarios de las redes sociales, los análisis los dejaré para quien disponga de algunos de estos recursos.
Yo sólo me quedaré con que algo huele mal en todo esto. Y lo que es peor, ¿la salida de Benedicto va a suponer la marcha de la primera línea del Padre Georg (su secretario particular y el denominado “George Clooney del Vaticano”?. Al fin y al cabo, a veces lo menos trascendente es lo más importante.