viernes, 27 de septiembre de 2013

LA INJUSTICIA DE LA JUSTICIA


      Qué lejos quedan aquellos tiempos en los que hablar de Justicia, juicios y abogados imponía e incluso amedrentaba. Eran épocas en las que el respeto estaba generalizado a todo aquello relacionado con lo que en la mitología griega representaba Dice y en la Antigua Roma la diosa Iusticia herederas de la diosa Maat e Isis del antiguo Egipto.

      Aquella figura con  balanza en mano equilibrando la verdad y la justicia resulta muy difícil de reconocer en una sociedad donde la realidad, no solo se silencia sino que se arrincona, para erigir en única realidad la construida la mayoría de las veces reflejo fiel de un único interés, sea económico, político o moral de eso que se pretende sea en esta sociedad un único pensamiento.

      En muy pocos pueblos los jueces ocupan el espacio mediático que tienen en España. Casi se podría decir que en ningún país o Estado la persona encargada de repartir equidad según las leyes es un personaje conocido y famoso.
 
     Pero no sería grave el protagonismo de estos ¿profesionales? si su actitud fuera ejemplarizante para la sociedad o si sus decisiones no fueran el principal argumento de esos debates bochornosos en los que la información es concienzudamente sesgada para erigir el periodismo en ese vergonzante espectáculo de opinión servil que está envileciendo a la otrora digna tarea de informar.

lunes, 23 de septiembre de 2013

LAS SOMBRAS DEL OTOÑO


      Se cataloga de conservador aquel que teme a los cambios cuando, independientemente del miedo a una nueva aventura, el temor está ocasionado por la necesidad de crear o diseñar una nueva rutina. Repetir los hábitos supone un estado acomodaticio en el que muchos necesitan reposar, en contraposición con aquellos espíritus que disfrutan con la excitación que supone hacer frente a una nueva etapa, emocional, laboral, vital…

      Para los que nos genera anhelo las alteraciones a la rutina, la llegada del otoño siempre está acompañada de cierto desasosiego, mucho más que la primavera que con su vislumbrante luz siempre representa un nuevo renacer. No en vano, es entonces cuando florecen las flores que ahora mueren.

      Porque muchas cosas perecen con la caída de las hojas, el sol pierde parte de su resplandor, el mar rompe su calma estival y el estrés se extiende entre la sociedad e incluso se hace latente entre los más de 6 millones de personas que cada mañana amanecen sin tener establecida una rutina por la masacre laboral que la crisis (y el despropósito de la clase política en muchos casos) ha convertido en desempleados.

domingo, 22 de septiembre de 2013

LA COSTUMBRE DE GANAR


      Resistirse al elogio del éxito es tan imposible como el poner puertas al mar. La tarea de domesticar la costumbre de ganar cuando el triunfo va unido de forma intrínseca al participar, sea por una superioridad innata o adquirida, es complicado. Muy complicado.
      En el deporte, casi como en la vida, el elogio crea personalidades nocivas para el propio ser. Ya lo dijo Sigmon Freud, “uno puede defenderse de los ataques;  de los elogios está indefenso”.  Una máxima que repetiría en “La insoportable levedad del serMilan Kundera, obra  donde queda retratada la fragilidad del ser humano ante el permanente halago.
      El éxito como meta ha perdido todo su valor en la sociedad actual si éste es fácilmente conseguido. En el deporte, la victoria deja de ser una aspiración sana cuando adquirirla pasa a ser costumbre.
      La selección española de baloncesto, después de un campeonato de Europa con exceso de irregularidades, con un juego espeso, un equipo desvertebrado y una dirección técnica muy limitada en recursos tácticos, se ha alzado con la medalla de bronce. ¿Y?.

      Después de dos oros consecutivos, las limitaciones de un equipo en fase de transición preveían dificultad para la consecución de metas mayores. Esa es la verdadera realidad, aunque sea  cierto que España se quedó fuera de la final tras una prórroga; pero no hubiera sido justo el baloncesto con ella si finalmente hubiera sido finalista. Las cosas como son.

martes, 10 de septiembre de 2013

TODO LO QUE ES UN ABRAZO


     Hay historias de la literatura que te conmueven, otras te decepcionan y quedan algunas que se ubican directamente en ese rincón que nos abre una ventana a reflexiones que pueden resultar superfluas, pero que son esa esencia que te aboca a un reguero de emociones.

      Para muchos, son lecturas que se consideran inservibles en una sociedad que parece tener prisa para todo, incluso para parar a respirar, sentir y… vivir.

      El Libro de los Abrazos de mi admirado Eduardo Galeano, (sí, mejor exponer desde el principio mi admiración hacia el escritor uruguayo) es una de esas obras de cabecera, que hay que leer solo para saborear retazos de vida.

      El argumento son pellizcos dedicados a la niñez, ética, moral, literatura, culpa, miedo, ansiedad, soledad, amor, sociedad, religión, política…

      Declarada mi ineptitud para describir de forma tan magistral la historia de “El Libro de los Abrazos” como hace  mi estimado compañero Gonzalo Naya  en su artículo El Ancla y las Llaves, me resulta imposible evitar plasmar también en palabras mi emoción ante reflexiones como las siguientes que realiza el escritor uruguayo en el mencionado libro:  Los políticos hablan pero no dicen. Los votantes votan pero no eligen”;  “¿A cuántos les va bien cuando la economía va bien? ¿A cuántos desarrolla el desarrollo?”;  “Los nadies no figuran en la historia universal sino en la crónica local”; “El sistema que no da de comer, tampoco da de amar. A muchos condena al hambre de pan y a muchos más condena al hambre de abrazos”.

      Hambre de abrazos, carencia tan extendida como ignorada. Y eso que el abrazo es la mayor muestra de cariño entre personas. Un abrazo es el gesto del más sincero afecto que puede experimentar un ser.

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