Siempre
me resulta especial presenciar una nueva edición de la Copa del Rey de baloncesto.
Aficionada al deporte de la canasta desde mi época colegial, el camino
profesional me ha llevado a vivir muchas más experiencias en el terreno
futbolístico; sin embargo, pocos recuerdos tan gratos como los vividos en las
ediciones de Copa del Rey que he tenido el gustazo de cubrir. Y pocos, muy
pocos momentos tan excelsos como los vividos en esta competición en Vitoria-Gasteiz.
La
LFP ha avanzado mucho pero sigue viviendo a remolque respecto a la excelente
estructura organizativa de la ACB. Ninguna competición deportiva en España es
capaz de reunir en una misma ciudad a ocho equipos con sus respectivas
aficiones bajo un ambiente que enlaza el espíritu competitivo con la hermandad
que une a los amantes de un mismo deporte.
En
la Copa del Rey de baloncesto se convierte en realidad aquello de que “lo
importante es participar”.
Comprobar
cómo celebran el cierre de una competición en un mismo espacio los dos equipos
rivales, las dos aficiones e incluso los periodistas que cubren la información
me causó un gran impacto emocional ya en el año 2000. Allí estábamos en la
fiesta del campeón (ese año el Estudiantes que ganaba al entonces Pamesa
Valencia) todos los que de una u otra forma habíamos vivido esa edición de Copa
en Vitoria-Gasteiz.
Todavía
me conmueve el recuerdo de imágenes, la convivencia con ídolos de épocas
lozanas con los que ahora podías sentarte y compartir un desayuno en el hotel, el
paseo por una ciudad invadida con actividades colaterales al torneo, espacios
culturales centrados en las cualidades de la práctica deportiva…
Y
lo mejor. Ese ambiente se repite año
tras año.
La
ACB dispone de una capacidad organizativa inigualable en cualquier otra disciplina
deportiva en todo el Estado. Sabe dónde se respira baloncesto y dónde las
entidades futbolísticas no han enturbiado el apogeo de clubs baloncestísticos
para robarle protagonismo. Y es allí donde prepara la fiesta de la canasta.
La materia prima es también elogiable. La nobleza de
los jugadores de baloncesto es real, se alejan de la soberbia para disfrutar
del deporte y compartir esos placeres con los aficionados, con la prensa y con
todo aquel que quiera participar de su fiesta.
Son
cuatro días una vez al año, la repercusión mediática estará condicionada por el
vacío informativo que esas jornadas ofrezcan otros deportes como el fútbol pero,
a veces, esto tampoco importa para cerrar el torneo con éxito. Ese que es el
inigualable recuerdo que deja la Copa del Rey de baloncesto en todos aquellos que vivan la experiencia de vivirla
y saborearla.
Como
aficionado, como deportista, como periodista, intenta vivirla y nunca, jamás,
olvidarás la experiencia.