martes, 29 de marzo de 2011

CÓMO EVITAR QUE LOS ÁRBOLES NOS IMPIDAN VER EL BOSQUE

             Desde que vivimos en una sociedad futbolizada y el periodismo ha perdido su axioma de retratar la realidad para tergiversar la descripción en opinión, algunos personajes sufren el peso de ser encumbrados hasta cúspides populistas que, a veces, no consiguen el objetivo manipulador de modificar la naturaleza de la persona. Son individuos que disfrutan de su profesión desde una atalaya inalcanzable. Aceptan el concepto de ídolo, pero no la prebenda con la que el coro de grillos pretende manejar la trayectoria de quien acepta su notabilidad, ni el manejo al antojo de su persona bajo la tutela de modas esnobistas sostenidas en ideologías interesadas que marcan líneas editoriales o intereses económicos.
            En el fútbol sobredimensionado que nos acoge podemos poner incluso nombres propios a quienes son excelsos en el universo del balompié pero que han sido utilizados para tutelar (y titular) centenares de coyunturas. Raúl González Blanco y Fernando Torres personifican este retrato. Ambos son estrellas en el desempeño de su profesión pero han sido utilizados como estribos por medios de comunicación y periodistas. Los dos han sabido asumir (cada uno en su momento y en su equipo) el rol de ídolo de masas desde la humildad. En la cercanía no sólo irradian cordialidad sino que su cotidianeidad se reviste de una sencillez divergente de la imagen modelada por los medios de icono o emblema de tal o cual equipo. En un deporte colectivo nunca la singularidad es buena, por mucho que la prensa se empeñe en señalar con el dedo acusador y utilizar a los protagonistas a su antojo, o mejor, atendiendo únicamente a sus intereses y a la dicotomía puntual de encumbrar o envilecer trayectorias profesionales.
        Raúl ha marchado del fútbol español sin desasosiego y ha conseguido cobijarse en el disfrute de la práctica del deporte donde es innegable, ocupa un espacio en el podium de mejores futbolistas del espectro del balompié español. Me consta que, tras superar Villa su registro como máximo goleador de la selección, Raúl ha aplaudido aliviado. Su nombre ya no será esgrimido para abrir debates mediáticos de contenido melifluo.
     Finiquitada una serpiente mediática nutrida interesadamente durante años, estos días el sujeto-objeto es Fernando Torres. El jugador, que firmó la página de oro del fútbol español con aquel gol en Viena que daba la Eurocopa a la selección española, está siendo núcleo de abyectas palabras por el simple hecho objetivo de no haber marcado gol en 3 partidos. Resulta estridente leer o escuchar que el nuevo jugador del Chelsea lleva 6 meses de sequía con la “roja”…; pero señores,¡si sólo se han jugado 3 encuentros!, Torres ha disputado 124 minutos en los partidos ante Portugal, Colombia y la República Checa. Estas son las frías y reales estadísticas. Conceptualmente esta es la realidad.
      Querer germinar mensajes erróneos amparados bajo objetivos incongruentes con los principios éticos que exige el retrato de la realidad es injusto, tendencioso, arbitrario e incluso absurdo.
        Ni Raúl fue merecedor en su momento del desconcertante discurso sembrado respecto a su figura, ni hoy Fernando Torres merece el andamiaje argumental construido por la simpleza de no haber conseguido gol en 124 minutos. El respeto a la carrera profesional de ambos, junto a la solidaridad conmovedora que desprenden, debería ser suficiente para que alguien viera el bosque y no utilizara las sombras y los árboles para fundamentar el propagandístico envoltorio que sostiene el entramado de lo que sólo es una serpiente mediática en tiempo de escasez de imaginación periodística.

sábado, 19 de marzo de 2011

¿TIENE SOLUCIÓN LA DEGRADACIÓN DEL PERIODISMO?

            El periodismo está en precario, o mejor, agoniza. La solemnidad y el manto bajo el que nació el “oficio” de contar noticias  y que tendría su raíz incluso más allá de la época moderna, vive una crisis de valores. Amparados en la libertad de expresión, el modelo de negocio que ha experimentado el manejo de la información ha empequeñecido la ética de una profesión que se nutría de unos preceptos que parecen anacrónicos exhortados por el clima social y las exigencias de las demandas comerciales. Pero también, (no debemos obviarlo) por la falta de responsabilidad de la que adolecen las nuevas generaciones de ¿periodistas?. Personajes que ejercen una profesión para la que muchas veces, no sólo no están preparados intelectualmente, sino tampoco éticamente.
          La coyuntura no sólo se circunscribe a un modelo sino que se extiende a lo que ya es un territorio árido que engulle todas las exigencias mínimas del buen periodismo. El debate sería extenso, pero la depreciación es innegable.
         Por una parte, la proliferación de medios de comunicación, lejos de incentivar al periodista, ha envilecido los principios morales que se le otorgaron al actor principal cuando germinó esta profesión. El intrusismo ha proliferado refugiado en la cantidad. Bajo esa premisa se “ha abierto la veda”, Los deberes y obligaciones del periodista como tal quedan relegados por el ansia de convertirse en actor principal. Hoy el periodista es el personaje.
            La rigurosidad parece diluida y la solemnidad dilapidada. Iñigo Gabilondo, en un magnífico retrato sobre la coyuntura periodística que realiza en su último libro, ha expresado con contundencia que “el paro se ha convertido en el enemigo de la libertad de expresión”. Argumento que comparto al 100%, pero, no obstante, este análisis no debería permitir el “tutti-frutti” en el que se ha convertido ejercer el oficio de contar las cosas. Y aquí incluiríamos también la proliferación del busto parlante y la “niña mona”, excelente locutora leyendo el telepronter pero escasa de recursos para los momentos de espontaneidad y/o de rigor informativo que ha de ser innato e inherente al ejercicio de la profesión periodística.
            El deterioro, por tanto, tendría una raíz en el intrusismo que ha generado corifeos mediáticos, pero también en las exigencias económicas y las dependencias ideológicas que han reducido la pluralidad y la honestidad. Y no vale la excusa de la lucha de una audiencia porque ésta, no sólo comienza a dudar de la veracidad de lo que se le ofrece.
            Los pioneros en contar noticias no aceptarían el felpudo de las excusas, deberíamos de dejar de ser reticentes y asumir la responsabilidad de ser referente en un mundo en catarsis. De cómo sepamos adaptar el periodismo a la coyuntura será lo único que nos permita endilgar el camino del prestigio de quien tiene el deber de retratar el cambiante mundo que nos rodea desde una total independencia.

sábado, 5 de marzo de 2011

BAJO LA ÉGIDA DEL DINERO

           Hace años  que el fútbol ha cruzado la barrera del deporte y el ocio. La sociedad del siglo XXI es más que nunca una sociedad futbolizada. El balompié dispone de la fuerza para que el mundo se mueva a su alrededor y, en tiempo de crisis, recurrir a los factores que puedan permitir el mantenimiento de una situación económica agravante necesita del ingenio para seguir viviendo en la “ficticia” opulencia que envuelve el mercado del fútbol.
           Es precisamente esa necesidad el argumento que esgrimen los máximos responsables del fútbol nacional para ofrecer su producto a quien, parece, más disponibilidad económica puede ofrecer a las entidades futbolísticas: la audiencia asiática.
      Agudizada la crisis en el mercado audiovisual nacional, a brazos de quienes se entregaron, más por obligación que por amor la LFP y la casi totalidad de clubes, ahora es necesario sacrificar ese relación de fidelidad ficticia televisiva para sobrevivir.
             El rumor va adquiriendo visos de realidad y pronto se disiparán las dudas que, hoy por hoy, casi nadie mantiene, para aceptar que el calendario futbolístico va a sufrir una nueva catarsis. Si esta temporada los encuentros se reparten con horario totalmente heterogéneo y con una horquilla que comienza el viernes y finaliza el lunes, la próxima campaña el planteamiento abriría la agenda futbolística el viernes con partidos de la máxima categoría que permitiría a los equipos que participan en competición continental jugar este último día laborable de la semana. ¿Se imaginan un Barcelona-Real Madrid un viernes a las 22.00 h:?. No resulta tan descabellado porque ya hemos vivido este mismo partido lunes esta misma temporada. Y parece que el experimento económicamente fue bastante rentable.
          Pero este cambio tiene un agravante mayor porque la autenticidad del fútbol en horario taurino de las 5 de la tarde quedaría silenciado para satisfacer otras necesidades. La premisa que barajan los organismos oficiales estudia ya el inicio del horario futbolero a las 12 del mediodía, seguiría con la novedad de adaptar el horario inglés de las 15.00 horas antes de iniciarse la jornada vespertina con los partidos de las 17.00, 19.00, 20.00, 21.00 ó 22.00 horas.
             La audiencia crecería a nivel internacional, el rendimiento publicitario se engrandecería; pero ¿la presencia de público en el estadio menguaría?, y otra gran duda, ¿cómo adaptarían su contenido el tradicional programa carrusel radiofónico?.
              Los socios habrán de realizar encaje de bolillos para adaptar su pasión futbolística con la estabilidad familiar, pero ¿y la radio?. El programa más atractivo de la programación radiofónica es la inmediatez, la vivacidad y la emoción que transmite un carrusel futbolístico que desde  su nacimiento ha sido el producto que más audiencia ha obtenido. Pero, si se cumplen las medidas planteadas por el fútbol, resultará también curioso saber cómo agudizarán el ingenio los responsables de este medio de comunicación para crear un producto nuevo, ¿será una retransmisión?, ¿será un magazine deportivo?.
Las incógnitas atraen, así que estaremos alerta para ver si la intransigencia del fútbol en muchos aspectos queda desvanecida por la necesidad de la supervivencia económica.

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