La mejor noticia de hoy es comprobar que el periodismo sigue siendo necesario. Es imprescindible. Lástima que ni los propios periodistas asumamos que sólo desde el rigor se puede contribuir al avance de la sociedad. Y lástima que ni los propios periodistas luchemos por nuestra independencia. Pero eso lo dejaremos para otra reflexión.
Hoy toca sonrojarse e incluso avergonzarse de
pertenecer a un país donde el Jefe del Estado y el Jefe del Ejecutivo andan “pringados”.
Ambos, que deberían servir a toda una sociedad, se han dedicado los últimos
años a estafarla. Esa es la grave raíz de los casos Bárcenas y Noós.
El problema no son los sobresueldos, la
gravedad es que ese dinero no era declarado en un país donde las empresas se
convierten en acólitos de ideologías simplemente bajo el único interés de
obtener beneficio propio. No acepto el argumento de que esta práctica es tan
vieja como necesaria.
No
es baladí que las grandes fortunas mundiales se hayan enriquecido más de un 20%
desde el inicio de la crisis fechado en 2008. Es hiriente que Ferrari y
Mercedes sigan copando las ventas de coches en el mundo mientras proliferan los
“vales bici” en las ciudades, simplemente porque cada vez son más las personas
para las que hasta el uso diario del transporte público se ha convertido en un
gasto prescindible.
La crisis agobia a la sociedad. Y los gestores de la “cosa pública” siguen agobiando sus propias cuentas, sus propios ingresos, sus fortunas y… engordando sus estafas.
La crisis agobia a la sociedad. Y los gestores de la “cosa pública” siguen agobiando sus propias cuentas, sus propios ingresos, sus fortunas y… engordando sus estafas.
Una
estafa que no es más que el robo a la sociedad de quienes ejercen el poder del
orden público (significado etimológico de política). Es meter la mano para
quitar lo que pertenece a quienes cada día amanecen con el único objetivo de
sobrevivir y lograr el bienestar de los suyos durante su tránsito por este
entorno.
Pero,
constatada la sospecha del hurto, la gravedad se extiende al comprobar la
escasa responsabilidad de sus autores.
Hoy en cualquier estado democrático las
dimisiones se sucederían en cadena. La vergüenza impediría a cualquier
ciudadano honesto ostentar un cargo y manejar los designios de una sociedad a
la que se le ha robado y ahora se condena por el castigo de “haber vivido por
encima de sus posibilidades”.
A
veces una gota es la que colma el vaso. Hoy la riada de información debería desbordar
cualquier recipiente de paciencia de esta sociedad. Hoy no vale la flagelación
personal, hoy no vale el “tú más”, ni tan siquiera la presunción de inocencia.
El
único futuro de este pueblo es que hoy sea el fin de muchas cosas. La ira e
impotencia es ya tan ilimitada que no permite más paciencia a una desesperada sociedad. Por ello puede
que, gracias al periodismo, hoy sea un gran día….si no es así esta sociedad
condenará de forma definitiva su futuro.