domingo, 13 de enero de 2013

EL ABISMO ENTRE UNA ACTRIZ Y UNA INTÉRPRETE

Imagen de proposa.com

          No soy excesivamente cinéfila, sí me gusta el cine pero no reparo mucho en esos aspectos que convierten a un aficionado al Séptimo Arte en un experto. Me conmueven los guiones pero la escenografía, el vestuario, los efectos especiales, etc.etc . no son elementos que centren mi atención por mi desconocimiento principalmente.
          Sin embargo, como sucede en todos los factores donde el argumento para su defensa recala en la emoción o el sentimiento, sólo puedo decir  que me agrada lo que me evade y me gusta lo que me llega a conmover, a hacer reír o me ofrece la posibilidad de reflexionar aunque a veces simplemente puedo llegar a considerar “obra maestra” una película o un libro que te ayuda a parar el tiempo o te traslada a otro momento o lugar.
        Por eso, ofrecer mi opinión cinéfila puede que ofrezca muy poco valor, no obstante hay algunas cosas que me resultan excesivamente injustas y que, aunque sea como aficionada, quisiera  opinar. Y la gota que ha provocado esta reacción enérgica a de repente, sentir la necesidad de ofrecer mi opinión respecto al mundo de la actuación, radica en el conocimiento hace unos días del nombramiento para los Goya como mejor actriz entre otras a Maribel Verdú y a Penélope Cruz.


      En mi opinión, comparar ambas mujeres supone algo así como considerar un mar con un pequeño lago.  La naturalidad de una contrasta con la soberbia y prepotencia de la otra y no sólo ante las cámaras.  Una de ellas es actriz, es decir, representa, actúa  y alcanza ese valor como profesional de la escena que sólo poseen quienes no son actores de una sola dimensión sino que son capaces por igual de protagonizar filmes, actuar en un teatro o participar en una serie de TV.
          Y además “hace” anuncios. Sí, me refiero a Maribel Verdú, en poco más de 24 horas tuve la oportunidad de observarla en directo en una entrevista comportándose con una sencillez  cautivadora y poco después valorar su capacidad profesional sobre un escenario en el espacio más real de un actor: el teatro.
         Todo lo contrario que la “rutilante” estrella de Hollywood que ha sabido labrarse una imagen tan pomposa como hiriente cuando dispones de la posibilidad de destapar el envoltorio tan fervorosamente diseñado. La hollywoodiense Pe Cruz hace ya algunos años pasó por el mismo estudio que Maribel Verdú cuando sólo era una jovencita con aires de grandeza. Su altivez ya era deslumbrante, pero su simpleza a pesar de la magnanimidad con que actuaba era tan banal que irritaba.
         El tiempo sólo ha hecho que definir ambas personalidades.
           A mediados del siglo XX, en el entorno de la tauromaquia era una práctica común la entrega de “sobres” al cronista que cegaba determinados errores en una faena que podría pasar de “cobardía y apatía con la pañosa” a  “mala suerte con el astado”. Hoy los intereses son mucho menos diáfanos y por desgracia mucho más altivos.
         La realidad es una, las filias y fobias muchas más,  pero certero es una vez más el refrán de que “es mejor caer en gracia que ser gracioso”,  y el chauvinismo con el que determinados entornos mediáticos se empecinan en encumbrar figuras y disculpar defectos sólo hace que empobrecer un poco más esta profesión de trovador.

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