Por las viejas tradiciones a
veces parecemos atrapados en actitudes excesivamente proteccionistas; sin
embargo, en otras ocasiones reiterar costumbres supone mantener vivo el
recuerdo de quienes durante siglos han establecido hábitos.
Sí, rutina semanasantera. El
Distrito Marítimo de Valencia conjuga durante unos días su quehacer con su más
vieja tradición. Las conversaciones en el horno, la farmacia o la droguería
giran alrededor del comentario sobre el adorno de tal o cual imagen, las
menciones a tal o cual procesión o la mirada al tiempo, el siempre socorrido
tema de conversación en ascensor que durante estas jornadas en el Cabanyal es
algo más que un argumento para entablar diálogo.
Sin querer repetir contenidos que
puedan cansar a los que hasta aquí se presentan, me resulta imposible no
dedicar un momento más a lo que estos días en mi entorno se convierte en
rutina.

A veces incluso se improvisan
corrillos de vecinos, amigos o conocidos para acercarse a la casa donde estos
días permanecen las imágenes sagradas que representan los pasos procesionales.
La otra gran tradición pasa de la
calle a la cocina. Es en los hogares del
Cabanyal donde las madres aprendieron de sus madres y éstas de sus madres, los
tradicionales menus del Marítimo durante estos días.