Arranca la temporada en la Fórmula Uno. Jamás he considerado deporte una actividad en la que la victoria o la derrota dependen del avance técnico de un objeto o vehículo y no de las cualidades y habilidades físicas de una persona. Pero mucho menos puedo considerar deporte una manifestación prepotente de capitalistas que juegan al scalectrix como forma de mostrar su acomodaticio estado económico.
El bochorno llega cuando son estos pudientes magnates (los mismos que demonizan las manifestaciones en masa del pueblo), los que recurren a esa sociedad para propagar lo que, al fin y al cabo, es el hobby caprichoso de ese puñado de potentados.
Recordemos que en sus albores la fórmula uno surge de la mano de un grupo de industriales automovilísticos que recurren a las carreras como recurso para dirimir su fortaleza comercial. Son los que intentan aprovechar la fascinación naciente por los coches, algo todavía novedoso e inalcanzable para muchos, tras las Guerras Mundiales.
Fue su nueva forma de imperialismo.
No, lo reitero. Nunca ha estado entre mis gustos esto de la fórmula uno; pero, tras desgraciadamente haber podido comprobar cómo el afán de este colectivo de ricachones ha participado activamente a la condena de la sociedad en la que habito, mi poco apego a esta manifestación de la industria automovilística se ha convertido en auténtica repulsión.
El interés caudillístico con el que se ha intentado inculcar el “aprecio” a la F-1 a parte de la sociedad para crear una masa de aficionados que únicamente son potenciales elementos de manipulación de estos magnates, resulta hiriente cuando se realiza en época de crisis.
Por eso, cuanto más escudriño la sociedad en la que me integro, cuanto más desazón observo y más destrucción percibo, más ofensivo e incluso humillante me resulta ver y escuchar informaciones referentes a la F-1 y su inicio de Campeonato.
Sinceramente me importa tres pitos que comience, acabe o desaparezca esta actividad. Pero sí considero casi insultante que se jalee como nuestro, algo que solo pertenece a unos pocos. A aquellos que desde su púlpito ofrecen un trato despectivo a una sociedad que solo les sirve como elemento decorativo en el escenario donde juegan a ser campeón…¿de qué?...de su soberbia.