Por las viejas tradiciones a
veces parecemos atrapados en actitudes excesivamente proteccionistas; sin
embargo, en otras ocasiones reiterar costumbres supone mantener vivo el
recuerdo de quienes durante siglos han establecido hábitos.
Sin querer repetir contenidos que
puedan cansar a los que hasta aquí se presentan, me resulta imposible no
dedicar un momento más a lo que estos días en mi entorno se convierte en
rutina.
Sí, rutina semanasantera. El
Distrito Marítimo de Valencia conjuga durante unos días su quehacer con su más
vieja tradición. Las conversaciones en el horno, la farmacia o la droguería
giran alrededor del comentario sobre el adorno de tal o cual imagen, las
menciones a tal o cual procesión o la mirada al tiempo, el siempre socorrido
tema de conversación en ascensor que durante estas jornadas en el Cabanyal es
algo más que un argumento para entablar diálogo.
A veces incluso se improvisan
corrillos de vecinos, amigos o conocidos para acercarse a la casa donde estos
días permanecen las imágenes sagradas que representan los pasos procesionales.
La otra gran tradición pasa de la
calle a la cocina. Es en los hogares del
Cabanyal donde las madres aprendieron de sus madres y éstas de sus madres, los
tradicionales menus del Marítimo durante estos días.
El potaje, el arroz con calabaza
o con acelgas o la zarzuela es el plato fuerte, en uno el protagonista las
legumbres en otro el pescado. Pero la riqueza gastronómica de este rincón de la Valencia marítima está
enfocada al disfrute de las procesiones. Para esas largas tardes/noches es
necesario disponer de una despensa que comienza con las albóndigas de bacalao y
las sardinas en escabeche y se sigue con los pepitos, esos pequeños panecillos
rellenos de titaina (otro plato típico con tonyina, tomate, pimiento y
piñones…), las empanadillas, la sepia con cebolla, las habas, la mojama y otros
salazones completan el menú de los cofrades siempre prestos a comidas rápidas y
nutritivas para no perder segundos procesionales.
En dulce la comida cabanyalera no
puede dejar de incluir estos días las yescas (muy similares a las torrijas), el
panquemao, las cocas de pasas y nueces y las monas de pascua. Todo muy cargado
de azúcar, son días intensos que requieren de buena alimentación calórica.
Este es también el Cabanyal durante
Semana Santa.
Esta es una muestra más de la
riqueza de un barrio que estos días ha recibido una consideración a su batalla
en pro de su supervivencia como pueblo con el premio que la Comisión Europea
y Europa Nostra ha otorgado al proyecto
multidisciplinar “Cabanyal Archivo Vivo”, en el que participaron arquitectos,
escritores y artistas durante el mes de diciembre de 2011 http://www.cabanyalarchivovivo.es/que_es_archivo.html
Espoleada por estas iniciativas,
la sociedad del Marítimo revive sus tradiciones y aquí estos actos significan
conjugar en presente la vida del pueblo del barrio más cercano al Mare Nostrum
en la ciudad de Valencia.