miércoles, 20 de marzo de 2013

EL BOCHORNOSO ESPECTÁCULO DE LOS DEBATES TELEVISIVOS

      La desazón de la sociedad ante las corruptelas políticas ha convertido la programación televisiva en un escenario en el que trivializar asuntos de enjundia que deberían tener en el rigor el certificado de su gravedad.
      Inundar las parrillas de los diferentes canales de televisión con programas de debates sobre asuntos políticos o económicos, lejos de acercar  la sociedad a estos colectivos lo que hace es ningunear aspectos que requieren un tratamiento riguroso. 
     Morriña provoca sentarse ante el televisor para presenciar el Gran Debate, La Noria, La Noche de la Sexta, La Columna o similar programa cuando, algunos que peinamos canas, podemos recordar formatos televisivos como el que dio lugar al nacimiento de  La Clave de José Luís Balbín. Luego llegarían a la parrilla programas como En Familia de Iñaki Gabilondo, Moros y Cristianos o incluso Los Desayunos de TVE, cada uno con un concepto diferente pero todos ellos basados en el intercambio de opiniones e ideas que exponer al espectador.
     Hoy esa fórmula se ha convertido en un espectáculo donde periodistas o analistas han creado un nuevo colectivo profesional: el de “tertulianos”. 

     Muchos de ellos no ejercen la profesión de juntar letras, investigar o analizar. Simplemente esgrimen (acompañados de un tono ensordecedor de voz y de forma excesivamente vehemente) argumentos aprehendidos al dictado de intereses que les permiten obtener un sobresueldo. 
     La publicación ( o mejor, el error) del gabinete de comunicación del PP en Baleares la pasada semana al remitir a prensa el listado de noticias que diariamente envían a los “opinadores” adscritos a sus ideas para que relativicen o amplifiquen según los intereses del partido, resulta bochornoso http://www.elmundo.es/elmundo/2013/03/15/baleares/1363344620.html
    La reflexión debería ser necesaria ante esta proliferación de “tertulianos” que se pasean por uno u otro canal de televisión, por uno u otro programa, con una misma consigna y un mismo objetivo. 
     Si el periodismo ha llegado a ocupar el tercer lugar en profesiones más desacreditadas por la sociedad española se debe a situaciones como éstas. Si los políticos han pasado a ser la clase más deshonrosa se debe, en contra de lo que consideran estos “opinadores”: a ellos mismos.
     Dignificar la figura del periodista depende mucho de recuperar el espíritu crítico, pero mucho más de elegir el foro en el que difundirlo y el modo en el que expresarlo.  El problema es que todo anda ya demasiado envilecido y la catarsis que necesita la profesión es casi la misma que necesita toda una envilecida sociedad.

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