La desazón de la sociedad ante las
corruptelas políticas ha convertido la programación televisiva en un escenario
en el que trivializar asuntos de enjundia que deberían tener en el rigor el
certificado de su gravedad.
Inundar las parrillas de los diferentes
canales de televisión con programas de debates sobre asuntos políticos o
económicos, lejos de acercar la sociedad
a estos colectivos lo que hace es ningunear aspectos que requieren un
tratamiento riguroso.
Morriña provoca sentarse ante el televisor para
presenciar el Gran Debate, La
Noria , La
Noche de la
Sexta , La
Columna o similar programa cuando, algunos que peinamos
canas, podemos recordar formatos televisivos como el que dio lugar al
nacimiento de La Clave de José Luís Balbín.
Luego llegarían a la parrilla programas como En Familia de Iñaki Gabilondo,
Moros y Cristianos o incluso Los Desayunos de TVE, cada uno con un concepto
diferente pero todos ellos basados en el intercambio de opiniones e ideas que
exponer al espectador.
Hoy esa fórmula se ha convertido en un
espectáculo donde periodistas o analistas han creado un nuevo colectivo profesional:
el de “tertulianos”.
Muchos de ellos no ejercen la profesión de
juntar letras, investigar o analizar. Simplemente esgrimen (acompañados de un
tono ensordecedor de voz y de forma excesivamente vehemente) argumentos
aprehendidos al dictado de intereses que les permiten obtener un sobresueldo.
La publicación ( o mejor, el error) del
gabinete de comunicación del PP en Baleares la pasada semana al remitir a
prensa el listado de noticias que diariamente envían a los “opinadores”
adscritos a sus ideas para que relativicen o amplifiquen según los intereses
del partido, resulta bochornoso http://www.elmundo.es/elmundo/2013/03/15/baleares/1363344620.html
La reflexión debería ser necesaria ante esta
proliferación de “tertulianos” que se pasean por uno u otro canal de
televisión, por uno u otro programa, con una misma consigna y un mismo
objetivo.
Si el periodismo ha llegado a ocupar el
tercer lugar en profesiones más desacreditadas por la sociedad española se debe
a situaciones como éstas. Si los políticos han pasado a ser la clase más
deshonrosa se debe, en contra de lo que consideran estos “opinadores”: a ellos
mismos.
Dignificar la figura del periodista depende
mucho de recuperar el espíritu crítico, pero mucho más de elegir el foro en el
que difundirlo y el modo en el que expresarlo. El problema es que todo anda ya demasiado envilecido
y la catarsis que necesita la profesión es casi la misma que necesita toda una
envilecida sociedad.