Bueno,
pues sí señor, es Navidad. El “espíritu navideño” nos “obliga” a felicitar,
sonreír, besar y abrazar, en su mayoría a personas con las que no sólo no
compartes ningún sentimiento sino que además, muchas veces, son seres con los
que los 364 días del año restante no te nace intercambiar ni un pequeño guiño.
Pero parece que hoy toca “ser bueno”, potenciar el cinismo y encumbrar la
hipocresía.
La
religión ha escampado en la sociedad civilizada independientemente de tu
religiosidad o agnosticismo. Unos celebran el nacimiento de un “niño” en una
cueva hace más de 2000 años, cuando diariamente nacen miles de niños a los que
ni tan siquiera se les ofrece unas condiciones dignas de vida y por los que
especialmente esos mismos no hacen nada. Otros celebran que éstas son las verdaderas
vacaciones invernales o simplemente que estamos vivos; pero tantos unos como
otros parecemos obligados a ser felices.
Sí,
eso tan platónicamente asumible de intentar vivir con sonrisa permanente y el
corazón henchido. A estas edades todos sabemos que la felicidad son momentos,
poder sumar momentos entrañables deja en paz el alma, pero cuando creces es
precisamente este espíritu navideño el que anida momentos depresivos, el que
ensalza morriñas, nostalgias, silencios y ausencias.
Esas
ausencias que cada vez son más numerosas y más dolorosas. Esos silencios que
todos los días duelen, pero que especialmente ahora, cuando estamos obligados a
compartir mesa y mantel con los que queremos, se hacen más inefables. Los
hogares donde escampan los más pequeños los dolores se aminoran, es su ilusión
nuestro motor pero también es su sonrisa la que nos invade de recuerdos nuestro
propio libro de vivencias por la añoranza de un tiempo donde éramos nosotros
los nerviosos por los regalos, la visita al circo o el paseo familiar por la
feria.
Un
tiempo donde también imaginábamos una sociedad que hoy está siendo desmantelada
por muchos que hoy felicitan, pegan
palmadas en el hombro y reparten besos, abrazos y esos mensajes chorras en
washap o en internet a borbotones y sin sentido. Una sociedad que está siendo
desmontada en sus valores en parte por la ausencia precisamente de la solidaridad
y humanidad que este día parece escampar por todos lados.
Dijo Charles Dickens “Honraré
la Navidad en mi corazón y procuraré conservarla durante todo el año", no
voy a ser ilusa, no voy a pedir tanto; pero si sólo unas semanas a lo largo de
todo el año fuéramos (o fueran quienes deben de serlo) un poco más humanos y
solidarios y esa “Navidad” que ellos veneran anidará de verdad en sus corazones
y en sus decisiones entonces, sólo entonces podría creer en este “espíritu
navideño”.
Pero
hasta que ese día llegue sólo desearé a los que lo merecen unas Buenas Fiestas
de Invierno.