viernes, 28 de diciembre de 2012

EL ENFERMO COMO FUENTE DE INGRESOS

          
       Me resulta extremadamente difícil  concebir el desmantelamiento de la sanidad al que está siendo sometida la sociedad española. De la misma forma que me resulta indecente concebir que existe un grupo de “seudogobernantes” que, bajo el amparo de una autoridad que sólo ellos han revestido de insensatez al amparo de la siempre respetable decisión de las urnas, han convertido a los enfermos de este país en una bochornosa “fuente de ingresos”.
 
         Hoy en España cada enfermo es considerado un potosí para unos pocos, un negocio.
             Actuar así no sólo roza la injusticia humana sino que alberga unos principios que ni tan siquiera representan ideologías. No sólo es ser de derechas, izquierdas, liberales o comunistas, actuar como están actuando los “irresponsables” políticos supone secundar únicamente un interés tan difícil de definir como de asumir como interés generalizado.

            Quien no respeta al enfermo es incapaz de albergar principios de humanidad, ética o respeto, por muchos golpes en el pecho que se dé, misas en el cuerpo que soporte o se santigüe insistentemente en busca de un estado de gracia que irremediablemente habría de generar consecuencias.
            La negación de principios fundamentales supone destruir no sólo el bienestar de una sociedad sino también construir cuotas de irrespeto hacia los más indefensos realmente vergonzosas.
             No quiero intentar valorar si la privatización de la sanidad a la que  parece endilgada irremediablemente nuestra población, va a suponer una mejora o un perjuicio; pero sí oso asegurar que haber utilizado la enfermedad como un argumento para establecer recortes de gasto (copago farmacéutico, gasto de ambulancias, cierre de centros de salud, etc…) es motivo suficiente para revolucionar una sociedad.
          Nadie está a salvo de la enfermedad como nadie podrá evitar la parca, pero considerar estadísticamente a este colectivo como fuente de ingresos o reducción de gasto no deja de encender mi rabia.
        Pero en este punto, quiero también lanzar mi apoyo a los médicos, colectivo tan víctima como el enfermo de tanta insensatez. Un grupo de profesionales  que ha visto mermada en muchos casos su capacidad de actuación hiriendo sus propios protocolos de actuación. Enviar a un médico el gasto mensual que sus “decisiones” o pronósticos ocasiona a la Seguridad Social  (análisis que ha solicitado, pruebas radiológicas, recetas médicas…) supone una forma de censura  indecente.
           Y sin embargo, sigue pareciendo que no pasa nada, que “esto también pasará” como si la destrucción de la sociedad fuera a tener una prebenda.  Los mandamases están enormemente satisfechos del estado depresivo colectivo pero ahora, cuando con inicio de nuevo año parece que los objetivos se regeneran, todos deberíamos entender que, tal vez, sólo tal vez, ha llegado ya el momento de convertir nuestra depresión en energía, nuestra ira en actividad, nuestro silencio en revolución.  
           En juego está nuestro futuro, el de nuestros padres y el de nuestros hijos y eso, sólo eso, ya vale un cambio al menos de actitud de esta maltrecha sociedad, de este castigado pueblo.

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