Una lágrima deslizaba por
su mejilla. No reparó en qué momento todo el torrente emocional que le sacudía
las entrañas se tradujo en discreto llanto. Se mantenía inquieto, nervioso, extasiado.
Andaba de aquí para allá, miraba esto y aquello, corría, cantaba, abrazaba, y…buscaba.
Primero escudriñó alrededor
demandando fundir sus ojos con la mirada de su gente más querida, una sonrisa,
un beso, un abrazo, dos…. Casi al mismo instante, se revolvió intentando otear
entre el bullicio que lo rodeaba la imagen de aquellos que hoy ya no estaban
aquí, la figura y el aroma de todos aquellos que marcharon precipitadamente,
amigos, familiares, compañeros…Fue, en ese instante, cuando descubrió sus ojos
envueltos en lágrimas.
La música sonaba en alto,
unos celebraban, otros gritaban y él se percató que, en ese preciso momento, algo
pellizcaba su interior. Estuvo enajenado únicamente lo que dura un suspiro, pero, en ese soplo de placidez, viajó por centenares de pensamientos y
sentimientos, tantos que no recaló en ninguno….Solo sintió que, entre lágrimas, estaba embriagado… de felicidad.
Seguro
que miles de aficionados del Athletic
Club de Bilbao vivieron anoche así el triunfo de su equipo. Porque treinta
y un año son muchos días, muchos partidos, muchas ilusiones y demasiados quebrantos. Una ciudad, una sociedad, un país, vivió todo ese abanico de sentimientos que provoca sentir una pasión aficionada. Esa que, sea fútbol, baloncesto o cualquier otra manifestación deportiva, aglutina bajo unos mismos colores, un mismo escudo, una sola voz y una única
identidad, una pasión. Esa sensación que es imposible de experimentar por esos pobres desapasionados detractores
que en pleno siglo XXI siguen considerando el fútbol “el opio del pueblo”. ¡Allá ellos!.
La
insolidaridad, independencia y espíritu de soledad que ha generado la
globalización social en esta época, avala más si cabe “el fenómeno selvático” (expresión utilizada por Jorge Valdano) que representa en esta coyuntura actual, el fútbol.
Porque,
como bien indican sociólogos y antropólogos, el hombre (y la mujer), como
animal, necesita provocar emociones, liberar pasiones y forjar identidades
tribales desde que se gestó su propia existencia. Y este,
juego-deporte-espectáculo acumula todos estos principios.
Sin
embargo, hay clubs o entidades que modelan estos valores con una singular
ideología, comportamiento y señas de identidad, que lo convierten en único. El
Athletic Club de Bilbao reúne todos esos condicionantes que hacen de él un club
exclusivo.
Quien
aquí se expresa, no profesa la religión del Athletic. Nacida a orillas del Mediterráneo, mi pasión futbolera se engendra en otros colores y otro escudo.
Sin embargo, en esta coyuntura social y económica tan proclive al individualismo y a la renegación de las raíces, no puedo evitar que me embriague de orgullo, como si fuera una fiel devota a la religión (término acuñado por Vázquez MMontalbán) rojiblanca, la ideología
que emana el Athletic Club en todos sus preceptos.
Sin embargo, en esta coyuntura social y económica tan proclive al individualismo y a la renegación de las raíces, no puedo evitar que me embriague de orgullo, como si fuera una fiel devota a la religión (término acuñado por Vázquez MMontalbán) rojiblanca, la ideología
que emana el Athletic Club en todos sus preceptos.
Tal
vez, no serán los mejores jugadores, quizás aferrarse a una idea les ha llevado
a duras crisis de resultados, pero jamás, ni en los momentos donde parecían
abocados al precipicio, los gestores han incluido una sola línea que variara
el argumento de los evangelios con los que fue creado el club.
Los 117 años de historia los han hecho los más grandes porque, sin ser los mejores en palmarés o trayectoria, sí son los únicos.
Los 117 años de historia los han hecho los más grandes porque, sin ser los mejores en palmarés o trayectoria, sí son los únicos.
La
fuerza de la que nació en el siglo XIX este club dispone también del valor
de haber sabido trasladar, unos a otros durante decenas de generaciones, sus principios de
honrar al fútbol y al deporte.
Por
eso, ¡qué narices! Tanto los que critican la celebración de un título (que solo
parece menor cuando no es utilizado para sumar estadísticas a un rumboso
titular mediático), como aquellos descontentos por no pasear la gabarra por la
vía (decisión que bajo mi consideración es un ejemplo de cómo la afición del
Atlhetic honra al fútbol, “no hemos ganado ni liga ni copa), merecen la ovación
de aquellos que, al margen de sentimientos personales, amamos el fútbol y todo lo
que pasionalmente éste representa.
El
fútbol estaba en deuda con esta gente desde hace demasiado, pero hoy es el día
0 y las nuevas generaciones prevén una deleitosa perspectiva que, ni mucho
menos, indica décadas de sequía triunfal.
Por
eso, hasta este rincón ha llegado también la emoción de una
victoria. Porque hay pasiones que embriagan y gestos que enorgullecen...y gente
que merecía vivir esto, por lo que son, los que fueron, lo que muestran y
representan.
¡¡AUPA
ATHLETIC CLUB!!