No solo se añora lo perdido, a veces se añora lo que creías tener o imaginabas poseer, una persona (o varias), un trabajo, un momento, una emoción.
Vivir en el rincón de confort es ese estado al que casi todos aspiramos, a veces vivimos demasiado en él y en otras, de repente, te percatas que tal vez no era el estado más óptimo en el que vivir, pero la costumbre o la rutina te lleva a creer que solo lo vivido es lo mejor, cuando la única verdad es que solo es óptimo porque representa lo conocido.
Para aquellos que odiamos los cambios envolverse en la zona de acomodo es sinónimo de paz, de tranquilidad, es un estado controlado que a veces te permite aislarte en tu cueva, pero que en otras te asegura el éxito cuando sales a pavonearte. Y ese éxito solo es la búsqueda de esa paz interior que a veces puede alcanzar cuotas de eso tan difícil de sentir. la felicidad,
Sin embargo, en ocasiones ese estado de confort es ficticio, es la trampa que la rutina te ofrece para saciar esa necesidad de cambio que, de vez en cuando, y en según que parcelas, todos necesitamos...alguna vez.