Debería provocar sonrojo en esta coyuntura del siglo XXI referirse a la objetividad al mentar la labor profesional del periodista. Debería ser aniquilado totalmente el axioma de objetividad en los estudios de periodismo, ignoro si ya es así, pero la simple observación de la realidad convierte en caduca lo que durante siglos fue una ardua pretensión.
No importa si se examina la información deportiva, la política o la económica. Al menos en este país, resulta ya mera utopía, tal vez incluso quimera, apellidar al periodismo desde esa frialdad que debería marcar la presencia de equilibrio e imparcialidad en la profesión de “contar noticias”.
El reciente proceso electoral estatal ha acentuado la desaparición de lo que otrora marcaba la honradez del periodista. Ya nada nos conmociona y hemos convivido varios años con ese escaso límite que nació de forma más escandalosa en la prensa deportiva. Hoy una y otra han llegado ya a parámetros desaforados de favoritismo y/o fanatismo, si hace unos días se retrataba una la otra vaga desnuda desde hace varias temporadas.
Sin embargo, para los que nos negamos a vivir lejos de ensoñaciones nos sigue ruborizando comprobar esta misma semana el escaso respeto al público en general de los medios y programas deportivos, inmersos en desdeñar cualquier información que enturbie el guión preestablecido de singularizar el derbi futbolístico que se disputa esta jornada liguera entre el Real Madrid y el Atlético de Madrid.
Me parece bien que se pretenda rentabilizar un acontecimiento, ya no resulta hiriente escuchar o leer versar proezas mientras se ningunea, en este caso, otros acontecimientos, otros equipos, otros duelos. Si mis datos no son erróneos “sólo” son poco más de 3 millones los ciudadanos que habitan en la ciudad de Madrid. Sinceramente, ¿merece tanto espacio este duelo?
Y el ninguneo no se extiende únicamente a los millones de seguidores que estarán pendientes de otro equipo y otro partido que no sea el que se celebra en el Santiago Bernabéu. Ya nada es noticia, no importa cuál sea tu rival sólo vale qué pasa en Madrid.
El exceso se expande a otros deportes. He aquí, aunque algo tardío, el motivo de mi queja. No seré yo quien minimice el excelente compromiso de Rafa Nadal para con el deporte español, no seré yo quien reduzca su sobresaliente valor como tenista y personaje público, sin embargo, sin pretender ser chauvinista (aspecto que desdeño con rotundidad), pocos saben que un tenista español va a ser semifinalista en la Copa Máster de Tenis, porque sí entre los cuatro mejores tenistas del momento se ha colado David Ferrer.
En la jornada de hoy se ha exhibido la pesadumbre del deporte español por la eliminación de esa posición privilegiada del torneo de maestros del tenista de Manacor en grado tan desorbitado que ha resultado casi irrespetuoso el escaso espacio dedicado al valenciano. Pocos minutos, pocas líneas. No, no está bien, Ferrer ha conseguido una gesta y es poco culpable que uno de nuestros héroes no le acompaña en su particular proeza. Él no tiene culpa y también merece su esfuerzo el aplauso y no el tercer plano de la información de lo que debería ser la portada en la noticia de hoy del torneo londinense. Por ello hoy esta humilde ventana se abre y dedica a quien, tal vez sólo si es campeón (y siempre con permiso del análisis de la jornada futbolera) reciba este fin de semana la merecida ovación del deporte español.