No resulta fácil crecer entre la adversidad, no resulta fácil mirar alrededor y descubrir que las ensoñaciones alimentan el alma en tiempos donde el ánimo globalizado es la indignación. No, no es fácil sonreír ante el permanente histerismo social, los desmanes políticos, el desvarío económico. No, no resulta fácil sacar pecho, alzar la barbilla, mirar al frente y alegrarse por vivir.
Si el siglo XX fue el cambalache del tango de Gardel, el siglo XXI es la locura desbordada. Pero entre tantos fanatismos irracionales y tanto raciocinio corrompido encontrar un germen de ilusión es una brisa fresca singular, brillante y altamente recomendable para acunar tanta desazón.
Ante el declive en creencias ideológicas, religiosas, políticas, filosóficas o culturales, el vínculo indisoluble que siembra la pertenencia a una entidad futbolística se adjetiva de forma contradictoria. Para unos será “el opio del pueblo”, para otros, será la rueda de salvación entre tanto quebranto.
A veces la identificación con un club representa todo un ideario de valores y principios. Muchos hablarán ahora del Levante UD por ser colíder de 1ªDivisión, muchos subirán a la espiral de triunfo que tan buena acogida tiene en esta superficial sociedad que nos ha tocado transitar y donde parece que únicamente la élite tiene cabida. Sólo unos pocos entenderán que estas semanas un grupo de aficionados a esto del “futboleo” adornen sus balcones, tertulien a la orilla del mar, sonrían e incluso se ensimismen con imágenes, se pierdan entre chistes y disfruten. Sí, disfruten.
El Levante UD es un club que ha estado casi obligado a vivir en clandestinidad permanentemente. Tiene en su historia varios “pecados”: nacer junto al mar, ser hijo de un barrio de pescadores o disponer de una semilla políticamente incorrecta en su ideario. Sí, el Levante fue quien abrió el fútbol a la ciudad de Valencia como Cabañal FC. pero para poder ser admitido en el señorío feudal hubo de unirse al equipo de la parte noble de la ciudad, el Gimnàstico.
Desarraigaron al Levante de su raíz para proceder al artificial nacimiento de una entidad que sí mereciera el beneplácito de la parte rica de la ciudad. Los aficionados emigraban cada semana de su barrio junto al mar para poder ver en acción a su equipo que ya tenía otros colores y otro nombre. El norte pudo más, como casi siempre, el poder pudo más, la riqueza pudo más. O al menos eso creyeron y eso dejaron que creyeran los que debían hacerlo, aunque parece que no fue del todo así porque fue el pueblo del mar el que siempre con su fidelidad permitió la subsistencia de la nueva entidad. Sus vecinos recurrían a tranvías, autocares o bicicletas para acompañar a su equipo en su peregrinar para ser merecedor de los parabienes que sólo podían recibir si demostraba su “valencianía”. La gente de la mar poblaba la grada mientras en la preferencia los ricachones encendían su puro y se sentaban en sus sillas de madera a presenciar lo que ese grupo de chavales venidos de la zona más costera de la villa era capaz de hacer.
No fue el único intento de conquista. Un desvarío de triquiñuelas de la gente de alta alcurnia que controlaba el nuevo club dejó de nuevo en la ruina al Levante UD allá por los años 70 y otra vez el ansia de los mandamases políticos y económicos de la ciudad dejaron huérfano al equipo. Le construyeron un estadio en medio de la huerta, entre la “marjal”, las acequias y el bancal crecía un desangelado campo de fútbol. Otra vez el desarraigo.
Ante tanta adversidad, sólo un grupito de seguidores seguía fiel. Sólo unos centenares de familia mantenían vivo el espíritu del Levante UD. Después de décadas de sequía victoriosa y padecer el abandono de los poderes de facto de la ciudad un grupo de fanáticos consigue que el equipo comience a relucir; pero la fatalidad no contenta con ensañarse con la decana entidad futbolística en otras épocas vuelve a rugir para dejarla herida de muerte. Vuelve el pueblo donde nació el club a salir al rescate a pesar del caudillismo con el que se pretende manejar al club. Se intentará una nueva conquista, el ideario socio-cultural-ideológico y político de la entidad tendrá que ser aniquilado si quiere sobrevivir. Esa es siempre la consigna.
Pero ante morir o vivir, se cederá.. El levantinista de cuna cederá el terreno para que un grupúsculo de personajillos presuntuosos “compren” sus valores, los maquillen e incluso los envilezcan bajo la melodía de la supervivencia.
El objetivo renacer. Así lo hace los últimos años. En la cúspide la burguesía valenciana del siglo XXI, en la grada como siempre el pueblo. Se ha logrado una pacífica convivencia porque ahora sí, se ha atemperado el ímpetu victimista que se extendió durante décadas entre muchos seguidores, se ha cedido a campañas fariseas políticamente correctas, se ha maquillado la historia ya vivida para poder sobrevivir. Otra vez pagar o morir.
Aunque la verdad, les hemos dejado entrar para que nos auxilien porque hay principios incandescentes, invisibles pero perennes. El pundonor, el esfuerzo, la solidaridad, la humildad, la honestidad, la ilusión, la laboriosidad, con estos mimbres un equipo con 102 años de historia escribe sus páginas más brillantes hoy. Y esos precisamente son los factores que estamparon los que fundaron este club.
Generaciones enteras han marchado dejando estos valores como legado para que hoy, sus nietos vivamos entusiasmados, en tiempo de crisis de pensamiento, ideas y terremoto político-social, el orgullo de percibir el aroma del éxito y el triunfo que supone para el viejo pueblo del mar ver a su equipo mandar en el universo futbolístico nacional.
Generaciones enteras han marchado dejando estos valores como legado para que hoy, sus nietos vivamos entusiasmados, en tiempo de crisis de pensamiento, ideas y terremoto político-social, el orgullo de percibir el aroma del éxito y el triunfo que supone para el viejo pueblo del mar ver a su equipo mandar en el universo futbolístico nacional.
Así es la gente del Levante, así recuerdan los mayores la historia y así hoy, pese a quien le pese, la he querido plasmar en este rincón. En recuerdo de aquellos que fueron sonrojados por su afición a esta hoy, exitosa entidad.
Muchos no entenderán nada pero otros verán reflejada aquí su versión de la historia de un club que vive en este otoño de 2011 obnubilado por la satisfacción imprevista que recibe hoy por su pertenencia a la familia futbolistica que manda en el país: la familia levantinista.