viernes, 10 de junio de 2011

EL DESALIENTO DE LA REVOLUCIÓN FRUSTRADA

              Lo que no puede ser, no puede ser y además es imposible. Albergar esperanzas e ilusión ante quimeras que nacen con el empuje de la utopía, son ensoñaciones que prenden en momentos donde la sociedad es tan mercantilista y pragmática que cualquier subversión parece no sólo fea e inadecuada, sino incluso improcedente.
                Por eso cuando un movimiento nace desde la espontaneidad y la pureza de un sentimiento de necesidad y se diluye sin homogeneizar criterios, deja desazón en todos aquellos que, de una u otra forma, caímos embaucados por la grandeza de vislumbrar un nuevo horizonte.
               Vivimos en un mundo de permanente cambio. Las estructuras políticas y económicas están tan en entredicho como la desconfianza que generan en una sociedad también desestructurada.
              Cualquier revolución se antoja necesaria porque de sumisión ya anda muy cargado un siglo XXI tan convulso como tembloroso en su perspectiva. Muchos imaginamos que las “acampadas” en España podrían germinar. Alborotar el gallinero y alumbrar nuevos caminos parecía un perfecto ensayo para ir más allá, reunir un catálogo de proposiciones realistas y canalizar una vía diferente de asentamiento de una sociedad que busca desesperadamente el acomodaticio a una nueva era…, pero no fue así.
              Los candiles no han abierto vereda en el bosque, los huracanes se han acomodado en brisa pálida y los sueños y compromisos que quisimos creer que podrían alborotar el sistema se han extinguido hasta perecer.
              Querer alcanzar un sueño es tan difícil como intentarlo pero desfallecer cuando ya se había iniciado el sendero es la forma más triste de morir una ¿revolución?.
             Se nos olvidó que “caminante no hay camino se hace camino al andar”…o ¿faltó quien quisiera de verdad caminar?.

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