Pues bien, ya hemos cantado, reído (cobra sí, cobra no) e
incluso llorado, no por lo visto ayer en el concierto de OT, sino por el
impacto emocional que supone comprobar que ninguno de nosotros es el mismo de hace
15 años. El tiempo pasa de forma inexorable.
La idea (comercialmente genial) de Gestmusic, de revivir la
revolución que supuso el inesperado triunfo de un formato novedoso sobre un
concurso musical ha sido tan exitoso como el fenómeno televisivo que se produjo
(prueba irrefutable guste o no) en este país en noviembre de 2001.
La inocencia de un grupo de chavales aficionados y amantes
de la música, que buscaban el sueño de subirse a un escenario y ser aplaudidos,
reunió a muchísima gente ante la televisión allá por el 2001. Algunos jóvenes abandonaron
temporalmente la soledad de la adolescencia (esa que te tenía horas encerradas
en tu habitación estudiando, leyendo, escuchando música o hablando con amig@s
por teléfono, en aquellos tiempos sin móviles ni uso generalizado de
ordenadores domésticos) para sentarte en el salón junto al resto de la familia
y ver cada lunes un programa de jóvenes aspirantes a cantante. Muchos incluso
pasaron largas horas pendientes de las retransmisiones de las 24h, sin duda, lo
mejorcito del éxito del programa.
Estaba todo milimetradamente cuidado. Los creadores dejaron poco
espacio a la chabacanería. Había riñas de profesores por malos comportamientos,
disciplina, trabajo y vida, mucha vida, de la real y no de la ficticia que
prolifera en los realitys televisivos los últimos años.
La personalidad con
la que se diseñó OT1 emitía mensajes subliminales tan importantes como la
necesidad de hacer deporte, ser puntual, leer, formarse y educarse en muchas
más cosas de las que se pueden aprender en los libros pero extremadamente
necesarias para afrontar la vorágine de una vida de adulto, que, como esos
jóvenes, muchos de nosotros comenzábamos a atisbar con la salida del cascarón
protector familiar.
El fenómeno fue social, en general, y económico para
Gestmusic que encontró la gallina de los huevos de oro con emisión de discos
semanales, revista del programa, colección de cromos y un largo merchandaising
que acabó con una gira musical multitudinaria.
Los argumentos del éxito los originó un excelente casting
que, no solo eligió voces sino personajes con los que mucha gente de la
sociedad podía identificarse. Estaba el currante que dejó los estudios para
trabajar en la obra y traducía todas las emociones en lágrimas, la madura que
llevaba muchas horas de escenario en las espaldas pero estaba ávida de
aprendizaje, la tímida, el/la pijo, el caradura necesitado de disciplina, el/la
rebelde, el imberbe, la tímida, la ingenua…; con uno o varios de aquellos personajes
de voluntad inicial indómita pero disciplinados se podían identificar miles de
personas. Eso pasó y ahí radicó parte del éxito del programa.
Aunque como todo buen argumento, también se necesitaba una
historia (o varias) de amor, especialmente en esa época donde las hormonas
andan siempre alteradas. Y hasta en eso tuvo suerte Gestmusic.
Para los exconcursantes (triunfadores o no) ha sido de nuevo
un inesperado y suculento ingreso económico, pero seguro que también ha sido,
en alguna medida (aunque solo sea para algun@s de ell@s) un ejercicio de humildad,
al comprobar cómo el triunfo o el éxito les ha hecho perder la inocencia,
descaro y dulzura, a unos más que a otros. Aunque lo peor (o mejor) es
comprobar que nada es igual, nadie es el mismo. Ni ellos ni nosotros.
Revivir 15 años después aquellos momentos ha sido un terremoto
emocional principalmente para los espectadores. La inocencia con la que
afrontábamos la vida adulta estaba cultivada con los mismos sueños que los de
aquellos chavales, pero también como ellos, algunos logramos llegar a la cima,
pero muchos encontramos un territorio árido que nos obligó a abandonar la
fantasía alimentada en el inicio del siglo XXI del éxito profesional, la
construcción de la familia feliz, la casita en la playa y el coche en el
garaje.
La sociedad ha vivido un deterioro consecuencia de muchos
factores y no solo de una brutal crisis económica. Tal vez por ello, muchos
hemos afrontado el OTReencuentro con la emoción del recuerdo de nuestra ilusión
desbordante de hace 15 años, pero también con la nostalgia de comprobar cómo
han menguado los sueños, el dolor ahora es vertical, hay hirientes ausencias y
notables nuevas presencias, pero el paso del tiempo es ineludible.
Ese mismo discurrir de la vida nos ha demostrado, como a
ellos, que el talento no puede comprarse pero sí desarrollarse. Por eso,
algunos han alcanzado cuotas de éxito y otros se han mantenido en la
mediocridad. La actuación de unos u otros en el concierto de ayer simplemente confirmó
que el público ha convertido en estrellas a los que de verdad se lo merecían y,
como escribió en un twitter el periodista Rafa Cano, “el resto son
exconcursantes”.
En la vida real, la sociedad no ha sido tan justa repartiendo
triunfos y con una coyuntura tempestuosa que ha construido murallas con las que
batallar cada día, muchos de aquellos soñadores seguimos perseverando para
sobrevivir. Mientras otros han trivializado algunas aristas de su carácter y
han encajado mejor en los valores marcados para subsistir en esta sociedad del
siglo XXI.
Aunque todos hemos perdido la pretensión adolescente de
adaptar el mundo a nuestros caprichos para adaptar a los caprichos del mundo
nuestras pretensiones.
Sin embargo, unos y otros hemos abrazado la nostalgia a la
que nos ha invitado estos días Gestmusic. Proclives o no, seguro que muchos
hemos soltado alguna lagrimita en alguno de los 3 programas emitidos o en el
concierto de ayer, hemos reído con las mismas bromas que nos hicieron reír hace
15 años y hemos tarareado las mismas canciones que hace más de una década
cantamos a imitación del grupo de triunfitos
No obstante, hoy la
vida vuelve a ser la misma que ayer. Perduran las mismas preocupaciones,
seguimos esperando conocer quiénes van a dirigir desde el gobierno nuestro
futuro, afrontamos el inicio de mes con el pago de recibos y el sol sigue en lo
alto, por mucho que sigamos esperando el beso de Bisbal y Chenoa creyendo que
la vida es una película romántica.
(Por cierto, que hasta con la historia de la pareja nos
hemos identificado muchos, porque, como demostró ayer la fría y distante Chenoa,
en la vida se pueden tener varios novi@s
o amantes pero siempre hay solo UNO que se acuna por siempre en el corazón, que
sí arrinconamos consciente o inconscientemente
pero que si surge el momento, por mucho que escondamos o disfracemos
sentimientos, tenerlo en la proximidad milimétrica de un abrazo y evitar posar
los labios en los suyos es complicado. Incluso siendo conscientes que nada es
igual).
En resumen, maremoto emocional el de Gestmusic para una
generación (o varias) que ayer volvimos a sentarnos ante el televisor para
dibujar recuerdos, hacer visibles sentimientos, redefinir contornos de nuestro
pasado, retratar nuestro presente, pero sobre todo comprobar que
irremediablemente la vida pasa y que nada es igual.
P.D: Pues sí, yo soy una de esas románticas. Fan en 2001, asistente al concierto suspendido tras una hora de música en Valencia en mayo de 2002 y ayer llorona rodeada de sobrinos y con sueños rotos e ilusiones renovadas en este mismo momento.