Cuando un país acoge una lucha
fratricida entre hermanos, amigos y vecinos, ésta deja huella y heridas. No
seré yo quien defienda ningún acto que supuso sesgar la vida de un ciudadano,
pero, cuando se produce una contienda, siempre se resuelve ésta con un lado vencedor
y otro vencido y es precisamente éste quien protagoniza los más viles castigos
postconflicto.
Aquellos que hace 80 años
defendieron el sistema legal vigente en el país son los que, durante cuatro
décadas sufrieron persecuciones, condenas, penalidades, represión,
linchamientos…Todos ellos purgaron por su defensa del estado democrático en el
que vivían, eran ellos y ellas quienes defendían su tierra, su familia y lo más
importante LA LEGALIDAD.
Quizás por ello, el perdón
subliminal que decidieron firmar vencedores y vencidos tras la muerte del dictador
hace 40 años no fue suficiente para algunos de ellos que han visto juzgar ante
tribunales internacionales a otros dictadores como Pinochet, Manuel Noguera,
Efraín Ríos, Hosni Mubarak, Hussein, Ceaucescu y hasta el mismísimo Adolf
Hitler.
Todos ellos han sido condenados
internacionalmente por sus crímenes de guerra. Sin embargo, como bien comentaba
hace unos días el expreso republicano Josep Busquets en un emotivo acto en el Monasterio
de San Miguel de los Reyes de Valencia convertido en penal durante décadas, “Franco
lo dejó atado y muy atado para que nadie juzgara su régimen, alzamiento y posguerra”.
Una posguerra que dejó en España en 1940 más de 175.000 presos (hombres y
mujeres) y cerca de 40.000 condenados a muerte.
Tras cuatro décadas de
democracia, recuperar la memoria histórica no debería herir a nadie. Todos, de
unos y otro bando, aceptaron hace unos años la necesidad de pasar página para
poder afrontar el futuro como un único colectivo.
No obstante, todos aquellos
postergados afrentados durante décadas, algunos de ellos desterrados, otros
aislados y algunos huérfanos o mutilados por la ley impuesta a base de un golpe
de estado destructor de un sistema democrático, merecen el reconocimiento
general a su lealtad. Al fin y al cabo, ellos y ellas fueron los más leales a
su país porque fueron ellos (los castigados) los que defendieron la legalidad,
su estado y su patria.
Por eso, actos como el vivido
hace unos días en el mencionado, Monasterio de San Miguel de los Reyes como homenaje
a los valencianos recluidos y/o fallecidos entre sus piedras en un emblemático edificio
(denominado “el Escorial Valenciano”) convertido
en penal durante décadas, no restituye ni uno de los sufrimientos de los
reclusos políticos y sus familiares, pero sí restaura la honradez y honestidad
de unos seres condenados únicamente por ser honestos con su gobierno y su país.
Todos deberíamos reconocer que hubo una guerra civil cruenta para ambas
partes; pero a ella le siguió una posguerra sanguinaria sufrida SOLO por los
vencidos. Fueron solo a ellos a quienes los protagonistas del levantamiento, no
contentos con vencer, se ensañaron en purgar y destruir con muerte y miseria.
A todos esos miles de
desaparecidos, muertos, prisioneros, deberíamos TODOS honrar, porque no se
trata de querer revancha ni venganza, se trata de justicia y dignidad,
conceptos que deberían ser obligatorios para poder construir en paz el futuro,
porque para seguir adelante es necesario curar las heridas…pero, como dijo
Paulo Coelho, “para ello se ha de tener el valor de afrentarlas”. Solo
asumiendo la realidad del pasado haremos justicia y recuperaremos como país la
dignidad para construir un hoy y un mañana libre, moral e íntegro.
Ya lo dijo el escritor y
periodista Eduardo Galeano “La impunidad premia el delito, induce a su
repetición y lo hace propaganda: estimula al delincuente y contagia su ejemplo”.