Tras escuchar, ver y leer análisis, la sorpresa no es la
victoria de Trump como presidente de EEUU, sino que ésta genere sorpresa.
Servidora no ha pisado los EEUU ni una sola vez, ha visto
varias películas, alguna serie, leído varios libros y estudiado algo de
historia y aun así, me siento incapaz de analizar el electorado norteamericano.
Sin embargo, sí sé que ese país siente como real el sueño
americano, existe un movimiento de extremaderecha llamado ku klux clan,
vivieron el fin de la esclavitud en una Guerra Civil hace tan solo poco más de
150 años, casi el 80% de los más de 310 millones de habitantes que viven allí
residen en suburbios….
En un país con un exacerbado espíritu patriótico, la pérdida
de la identidad es uno de los argumentos que mejor sabe manejar el poder
conservador. El mismo poder que alude al
proteccionismo, esa política económica que recordemos nace siempre tras crisis
económicas y que ha fluctuado entre el auge y la decadencia desde hace siglos.
Esa doctrina que según Milton Spencer aplicó por primera vez
en EUU, ¿casualidad?, el político referente de ¿el país más desarrollado? pero
también el más joven, Abraham Lincoln que, según el prestigioso economista dijo
en una ocasión: “Yo no sé gran cosa de aranceles. Lo que sí sé es
que cuando compro una chaqueta de Inglaterra, yo me quedo con la chaqueta e
Inglaterra con el dinero, mientras que si la compro en Estados Unidos, yo me
quedo con la chaqueta y Estados Unidos con el dinero.».
Ése es el mismo país que ha votado esta noche a Donald Trump.
Algunos ciudadanos seguro
que no lo han hecho convencidos de sus ideas, pero sí del orgullo patrio tan
fácil de exacerbar porque, ya sabemos que en momentos de declive, “la piel es
de quien la eriza” y eso Trump, con su chabacanería y ordinariez, lo ha hecho y
muy bien.
El ya presidente 45 de los EEUU se presentaba ante el
electorado como un ganador, un referente
patrio, un mesías hortera, un ignorante pragmático, pero un empresario de éxito
perteneciente a esa pequeña oligarquía de maduros hombres que ha podido tomar
de nuevo una Casablanca donde ha
residido los últimos 8 años un político de color, elegante, culto, intelectual,
tan perfectamente cuidado como personaje que es referente en los estudios de
analistas y asesores políticos.
Como destacaba en el mes de julio, cual futurólogo, Michael Moore en un magnífico artículo
titulado “Cinco razones por las queTrump va a ganar las elecciones” (de muy recomendable lectura), esa clase
de hombres machistas blancos no podían soportar que tras 8 años de un presidente
de color, ahora fuera una mujer quien ocupara el despacho oval. Entre otras
cosas, porque este colectivo sigue pensando, entre otras cosas, que una alta parte de responsabilidad de la
falta de trabajo es el acceso al mercado laboral de la mujer (como piensan
muchos en países y ciudades que nos quedan muy muy próximas).
Por todo ello, resulta sorprendente que nos aturda lo que
hacen en otros lugares de los que desconocemos cultura y life style, cuando en
nuestro país millones de votantes han preferido mantener en el gobierno a un
presidente en ínfimos niveles de popularidad, líder de un partido acusado de
financiación ilegal; cuando en nuestro país vecino la ultraderecha de Le Pen
amenaza con alcanzar la presidencia de la República Francesa, etc. etc.
La globalización, tan aplaudida y celebrada, en estos
inicios de siglo XXI trae esta coyuntura de miedo atávico, de conservadurismo,
de empoderamiento de los poderes fácticos a niveles extremos.
La aldea global, hoy
por hoy, lleva implícita muchas cosas positivas, pero también consecuencias socioculturales. Y
mientras no se priorice la sociedad y la cultura, serán las oligarquías las que
sepan atraer la emoción y el sentimiento humano.
Así ha sucedido en ¿la más avanzada democracia del planeta? donde la ciudadanía ha caído en las redes de quien ha sabido, desde su populismo, ganar apelando a la emoción y el entusiasmo, curiosamente, las mismas armas con la que Obama ganó por primera vez la presidencia hace 8 años.
Curiosamente, el mismo instrumento que, nos guste o no, está definiendo la política en estos inicios del siglo XXI.
Así ha sucedido en ¿la más avanzada democracia del planeta? donde la ciudadanía ha caído en las redes de quien ha sabido, desde su populismo, ganar apelando a la emoción y el entusiasmo, curiosamente, las mismas armas con la que Obama ganó por primera vez la presidencia hace 8 años.
Curiosamente, el mismo instrumento que, nos guste o no, está definiendo la política en estos inicios del siglo XXI.
Posdata: Tal vez, ha
llegado el momento que el periodismo salga de su burbuja y sus encuestas y
analice la sociedad real en la que habita para poder observar y narrar y dejar
de especular. AL fin y al cabo, el periodismo era el trovador de la
cotidianeidad y no el creador de ella.