viernes, 27 de septiembre de 2013

LA INJUSTICIA DE LA JUSTICIA


      Qué lejos quedan aquellos tiempos en los que hablar de Justicia, juicios y abogados imponía e incluso amedrentaba. Eran épocas en las que el respeto estaba generalizado a todo aquello relacionado con lo que en la mitología griega representaba Dice y en la Antigua Roma la diosa Iusticia herederas de la diosa Maat e Isis del antiguo Egipto.

      Aquella figura con  balanza en mano equilibrando la verdad y la justicia resulta muy difícil de reconocer en una sociedad donde la realidad, no solo se silencia sino que se arrincona, para erigir en única realidad la construida la mayoría de las veces reflejo fiel de un único interés, sea económico, político o moral de eso que se pretende sea en esta sociedad un único pensamiento.

      En muy pocos pueblos los jueces ocupan el espacio mediático que tienen en España. Casi se podría decir que en ningún país o Estado la persona encargada de repartir equidad según las leyes es un personaje conocido y famoso.
 
     Pero no sería grave el protagonismo de estos ¿profesionales? si su actitud fuera ejemplarizante para la sociedad o si sus decisiones no fueran el principal argumento de esos debates bochornosos en los que la información es concienzudamente sesgada para erigir el periodismo en ese vergonzante espectáculo de opinión servil que está envileciendo a la otrora digna tarea de informar.


    La decepción de la sociedad ante el comportamiento de determinados jueces agrava la percepción que la ciudadanía tiene de la ley. Y eso es lo realmente alarmante. Un pueblo que no confía en la legalidad está condenado a una insana convivencia. De la misma forma que una continua interpretación capciosa de la ley deslegitima no solo a la clase judicial sino a toda la sociedad, como está ocurriendo en alguna que otra comunidad autónoma bañada por el Mediterráneo.

    Pocos rayos de luz se vislumbran en un paisaje tan boscoso en la que hasta los juzgados populares parecen hacer genuflexión ante determinados personajes caudillistas que han condenado a su servil sociedad al permanente sonrojo. Esa sociedad que por su “meninfotismo” es culpable de haber invalidado la teoría de Montesquieu de la división de poderes del Estado en judicial, legislativo y ejecutivo necesita brotes verdes, pero para ello necesitará del amparo de todos y hoy por hoy, solo unos pocos parecen dispuestos a librar la batalla de la recuperación de la dignidad aunque en ello esté la supervivencia de todo un pueblo.

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