“El talento, por sí solo, no lleva a ninguna
parte. O si se prefiere, puede conquistar éxitos a corto plazo, pero no es
determinante y nunca garantiza continuidad. Sirve de poco poseerlo sin una
minuciosa experiencia vocacional. El talento nada más nos abre las puertas. El
camino solo lo conoce la vocación”.
Esta reflexión del editor Josep Forment referida a los “vicios” de nuevos autores, es totalmente extensible a cualquier
oficio o profesión.
Aquel que dispone de un talento innato, muchas
veces, cae en el defecto de la soberbia, o el egocentrismo. Son aquellos que se
acomodan con las cualidades naturales poseídas y se les olvida aquello de
aprender y aprehender. Esos, incluso los
acompañados por la diosa fortuna, tienden a disponer de triunfos efímeros que
se desvanecen arrollando el talento al precipicio.
Sin embargo, hay muchas personalidades que pulen
de forma constante sus capacidades. Son personajes que trabajan de forma
constante y que, lejos de vivir a la espera de triunfo, viven y laboran en
busca casi como único reto, del éxito personal. Ése que supone disfrutar de las
aptitudes innatas para crecer en personalidad.
Esa diosa fortuna me ha llevado a conocer un
artista que no solo lo es por su talento, sino por su concepto personal del
arte, siempre marcado por su empeño por aprender. Esa laboriosidad lo ha
conducido a adquirir, a pesar de su juventud, una asombrosa madurez en esa
disciplina artística que es la música.
Alejandro Ramos, con un matiz de voz que
encandila, un magnetismo atrayente y un concepto de la música que abarca desde
la estética al ritmo y desde la armonía
hasta la instrumentación, ha convertido de su talento su vocación y de ésta su
profesión. Con la mirada siempre centrada en un continuo aprendizaje.
“No vale con que te guste una cosa, tienes que
entregarte en cuerpo y alma para poder sentirte satisfecho. Y solo si tú estás
satisfecho podrás mostrar tu trabajo a los demás”. Así es Alejandro Ramos. Su
autoexigencia es casi tan grande como su ilusión. Una ilusión que recibirá el
próximo otoño su primer gran fruto con la salida al mercado de su primer CD en formato físico.
Tras años de incansable trabajo, editar un disco
solo es una experiencia más porque será la sociedad y sus gustos la que
determine el nivel de éxito que puede obtener Alejandro, no obstante, la sutileza
como cualidad, la constancia como motor y la profesionalidad en su quehacer
prevé una perspectiva exitosa, porque el éxito será haber conseguido hacer
partícipe de su talento a todo la sociedad.