No
voy a negar a estas alturas que en mi granero emocional no se incluye la
devoción al ValenciaCF; sin embargo, respeto que se trata de una entidad que,
hoy por hoy, aglutina el interés de miles de mis conciudadanos. Y también el mío.
Es
por ello, que, aunque en éste, mi interés, no se incluya el fervor a sus
colores o su escudo, voy a osar a referirme a una entidad que hoy por hoy, en
la Comunidad Valenciana donde habito representa mucho más que un club de
fútbol.
La
vinculación que en esta terreta se han empecinado
determinados políticos en establecer entre demasiados clubs deportivos y la
sociedad valenciana ha acabado pasando factura a uno y otro. El ValenciaCF se
entregó al apasionamiento de esa clase política que se erigió en sus más fiel
feligrés. Su más reciente época gloriosa coincidió con esa ficticia bonanza
económica a la que se acogieron las instituciones públicas (que no la sociedad
ni los ciudadanos, desechemos ya esa excusa esgrimida por los verdaderos
responsables de esta depresión) para hacerla vivir (a la entidad) por encima de sus posibilidades.
La
factura que está pagando el club de Mestalla por esas despensas económicas y la
Generalitat Valenciana por ese delirio futbolístico ha resultado demasiado
elevada. Está resultando demasiado elevada para toda la sociedad valenciana.
Los
hechos son conocidos, tal vez no asumidos ni entendibles pero sí se sabe de la
deuda del club, del aval de la Generalitat, del préstamo ofrecido por Bankia
para sobrevivir, los vaivenes accionariales, los cambios de gestores, etc.etc.etc.
Pero la verdadera situación lleva años parcheada por la situación deportiva.
En
realidad, solo ello debería ser lo que marcara el devenir de un club de fútbol
pero aquí vamos a centrarnos en la realidad y no la utopía. Y no solo los
resultados dan sustento a una entidad deportiva hoy por hoy. Que el ValenciaCF lleve las 2 últimas temporadas
participando en la Liga de Campeones se ha vendido como la panacea necesaria para
sobrevivir. Pero ahora, en mi humilde opinión, es precisamente ese
empecinamiento en participar en la máxima competición continental futbolística de
clubs lo que está llevando a la entidad al precipicio.
El
ValenciaCF vive en agonía y solo cuando se acepte la verdadera realidad el
equipo se reinventará. Porque eso es lo único que de verdad necesita esta entidad. Asumir su
coyuntura, vivir la catarsis y renacer. Por eso, me atrevo a decir que el
ValenciaCF necesita no entrar en Champions para recuperar su mejor versión.
Me
consta que somos muchos los que mantenemos este pensamiento, algunos de ellos
incluso apasionados aficionados valencianistas. Dejar de percibir unos ingresos
que solo sirven para maquillar los balances supondría aceptar la realidad.
Supondría que la afición entendería que tendrían que marchar jugadores como
Ramí, Feghouli, Mathieu, Soldado o Guaita. Supondría que se relanzaría la
cantera de un club que cuando vivió su peor momento con un descenso a la
división de plata encontró en el granero de Paterna su resurrección como equipo
y entidad para llegar a lo más alto con la conquista de dos Ligas, una Copa ,
una Uefa, una Supercopa y dos finales de Champions.
Supondría
aceptar que solo desde la catarsis se pueden restaurar los valores más nobles
de un club. Y el ValenciaCF los tiene. Sus mejores años deportivos han sido
cuando ha dispuesto en su plantilla de futbolistas que han identificado sus objetivos
con los de ser ciudadano valenciano.
Tal
vez, asumir que participar en una competición donde sólo se deambula sin ni tan
siquiera conseguir el entusiasmo del aficionado (esta temporada ni en octavos
de final se consiguió llenar Mestalla), solo es mantener la enfermedad y no atajar
el problema y recurrir a su sanación.
Por
eso, aboco a dejar de exigir unos objetivos deportivos como único salvavidas económico e institucional.
Porque, sinceramente, la supervivencia del Valencia CF solo podrá volver a ser
deleitosa deportivamente cuando se acepte la verdadera decadencia económica que
es hoy su cotidianeidad, un vaivén continuo, una crisis institucional
permanente, un precipicio económico...
Quizás
la marcha de Llorente puede favorecer la catarsis necesaria de esta
institución. ¿Por qué no aprovechar la coyuntura?
A
veces es necesario morir un poco para mejor renacer (Eugenio Trias) porque
Quien ve hacia fuera, sueña y solo quien
ve hacia dentro despierta (Carl Young).