domingo, 24 de junio de 2012

REFLEXIONES DE UN "FINDE" ¿TRIUNFAL?

           El chauvinismo requiere de una identificación completa con un nacionalismo que olvida el razonamiento para aposentarse en una ceguera fervorizada. Nunca los extremos son positivos como jamás la parcialidad debería ser entendida sin tolerancia; tal vez por eso cuesta tanto aceptar la existencia de mentalidades unidireccionales que no aceptan discrepancias, críticas o reproches.
         Por desgracia cierto es que la sociedad actual, esa tan globalizada como “orgullosa ignorante” como diría Javier Marías, tan sólo venera el éxito. Nada resultaría tendencioso si no fuera por las ínfulas por establecer el ocultismo para extender una única base de pensamiento y actuación.
         Después de una semana convulsa en lo económico y lo político, el deporte ha llegado al rescate de quienes continúan ejemplarizando un país que coquetea demasiado con el abismo como para ser paradigma de prosperidad. Sin embargo, es  ese espacio que llena el ocio de la población el que ofrece la posibilidad de asirse a los principios de unión del Estado.
           Tal vez por ello discrepar o cuestionar triunfos de deportistas o equipos nacionales e incluso alzar la voz para reprender actitudes de “ídol@s nacionales” supone ganarse el calificativo de apátrida, renegado, traidor o blasfemo.
                   Sin embargo, es sólo desde la atalaya de ese grupo de la sociedad desde donde se observa esa realidad que por censurada parece inexistente. Mal comenzaba el finde aceptando que tanto daba la clasificación de la selección española para semifinales o no de la Eurocopa. Profesionalmente en tiempos de sequia informativa es un filón que los chicos de Del Bosque nos dejen carnaza para avivar la permanencia de la información deportiva en un verano especialmente desértico de noticias, pero,  no entiendo que tengamos que soportar las urbanizaciones completas de banderas españolas o tener que vestir de rojo y gualda, lanzar petardos con cada gol, etc.etc.
         Así que una vez clasificada España para semifinales con superioridad, quedaba estéril cualquier otro debate porque claro, los chicos ya han cumplido y “ya está bien de ser desagradecidos con gente que nos ha dado tantas alegrías”. Uff, prometo que esta frase la he leído en un medio de comunicación serio-serio-serio.
              Tras este ejercicio de mutis obligado llegaba el domingo.  La Fórmula Uno, un capricho de millonarios con un montante capital que chirria en esta coyuntura de crisis mundial, arrancaba con la depresión de ver al piloto español Fernando Alonso lejos de los privilegiados lugares de aspiración a la victoria (recuerdo que también De la Rosa comparte patria aunque cueste que el chaval tenga un minuto de gloria que aplauda su esfuerzo de superación).
             Sin embargo, el guión salió perfecto para cualquier gobierno de un país en un domingo previo a la demanda oficial de la ayuda financiera a los socios del continente. De entre las cenizas cual Cid, el asturiano renació apoyado por el demérito de sus rivales que fueron cayendo en la batalla, para lograr el triunfo de un Gran Premio que en su quinta edición ha ofrecido por fin la imagen por la que fue creado, la de la victoria del  famoso piloto hoy de Ferrari.
          Ante tan magna aura de españolismo hoy toca plegar velas porque parece que es imposible la discrepancia porque eso sólo sería envidia, o machismo, según alguna letrada ¿periodista?  que osa dar lecciones de civismo desde la jaula protectora que deja pertenecer a un grupo mediático potente o disponer de la no necesidad de atajar normas para poder recibir un sueldo mensual y de cuyo nombre por el bien de mi salud prefiero no acordarme.

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