Que las redes sociales han
invadido la cotidianeidad de la sociedad es más que una obviedad. Sucumbir ante
la tentación de inmiscuirse en conversaciones grupales, chats o esa permanente
conexión al móvil se ha convertido en una imposible tarea. Para algunos, la
independencia de las tecnologías nacidas en el siglo XXI es imposible, más bien
al contrario, no perder contacto con la red se convierte en premisa casi vital
para afrontar cualquier jornada al margen
de su versión profesional.
El alud informativo que ha generado
la primera opción de los responsables federativos para la “censura” de la
utilización de las redes sociales por los futbolistas durante la celebración de
la Eurocopa ha hecho claudicar a los responsables para permitir que los
chavales por ejemplo, twitteen.
La grieta que la decisión podría originar
ha llevado a rehacer el código de convivencia diseñado en un principio por los
responsables federativos. Ahora, la responsabilidad ha de ser de los que se
encargan, a veces en exceso, de
vociferar, la mayoría de las veces, nimiedades que encuentran con avidez eco en
la práctica totalidad de la serpiente mediática que genera una competición
entre selecciones nacionales en época estival.
Para determinados foros es un auténtico
filón esa adicción de esos personajes que deciden dejar de preservar su
intimidad para exponerla en las redes sociales. Fotos con amigos, lugares
visitados e incluso en ocasiones, también escenas familiares con la pareja,
hijos, hermanos o padres ocupan el tiempo de personajes sociales.
No voy a ser yo quien se encargue
de satirizar lo que se ha convertido en una herramienta básica para el
desempeño de la profesión periodística; sin embargo, produce cierto rubor comprobar
demasiadas veces como muestran sus carencias personajes que son idolatrados por
la sociedad no precisamente por sus dotes literarias.
No obstante, la satisfacción por
el cese de la “censura” ha supuesto la “liberación” de esos jóvenes que parecen
necesitar exhibir anécdotas, situaciones que seguirán nutriendo informaciones
que, cada vez más, invaden la bendita profesión de contar cosas…eso sí después
de investigarlas, trabajarlas e incluso tamizarlas.
Hoy las redes sociales son el
principal arma del periodismo pero, cuidado, la coyuntura crítica ya está limitando
mucho el acceso laboral a los profesionales y poca ayuda supone dedicarse a
vociferar lo que cuentan los propios protagonistas. El periodista encumbraba su
oficio de “correo” pero esta tendencia está envileciendo precisamente una tarea
que es mucho más que ser correo.