martes, 24 de julio de 2012

CAMINO DE LA I REVOLUCIÓN DEL SIGLO XXI

             Si según el diccionario de la RAE, definimos la palabra crisis como  una situación dificultosa o complicada y el vocablo revolución es un cambio rápido y profundo en cualquier cosa, no hay duda que el verdadero alcance de la crisis ¿económica? que acecha esta década del siglo XXI acoge el cambio radical del life style que ha marcado la cotidianeidad de los habitantes de la parte ¿civilizada? del planeta Tierra las últimas décadas.

               Acogerse a los problemas de la escasez del vil metal para introducir en la sociedad alteraciones en su configuración que marcaran el devenir de las generaciones futuras supone asentarse como anacoreta en una atalaya para revertir en ser inhumano.
          La humanidad como sentimiento de misericordia, generosidad, bondad o sensibilidad parece diluida en beneficio del interés por el cambio estructural de toda una sociedad que supera los límites de países, naciones e incluso continentes.
             La incertidumbre diaria es el aspecto de una sociedad que, atemorizada y amedrentada, parece sujeta a una evolución que alcanza parámetros innegables de involución.
               Ocupar cargos de responsabilidad no debería ser el escudo inquebrantable  para disponer del futuro de cientos de miles de personas,  ni mucho menos la coyuntura dificultosa debería ser el cobijo para imponer nuevas ideologías, creencias y valores.
              La crisis ha supuesto el declive de muchos principios, algunos de ellos fundamentales, no obstante, ni el mayor de los problemas puede ser afrontado desde un púlpito. La clase política nacional, (toda y casi sin excepción), alardea de una incapacidad que estremece por su inoperancia pero sobre todo por su insensibilidad.
            Esa clase, como representante de todo el elenco de impulsores de una revolución que no sólo ha hecho quebrar el estado del bienestar sino que pretende anidar las bases de un desconcertante futuro y jactarse de ello, ha alcanzado su mayor requiebro por su insensibilidad. La crisis ha hecho crecer monstruos que se ufanan de su practicismo mientras olvidan que, sólo los sentimientos han sido capaces de protagonizar las mayores revoluciones sufridas por este mundo.
       Vilipendiar a la población supone aislarse de la única y verdadera realidad, esa que hace vivir en zozobra porque sean otros los que en soberbia y con premeditación intentan construir el destino de todo un país, toda una nación, todo un pueblo.
            La violencia encuentra cultivo en la impotencia, la desazón, el desfallecimiento, el desaliento y el desánimo pero si el interlocutor recurre a la soberbia, la prepotencia, la altivez, la insolencia o la vanidad, parar el golpe puede resultar tarea arduamente dificultosa.
           Julio 2012, este sólo este es parte del retrato de quienes firman ERES, rebajan salarios, aniquilan empresas o alteran bases de convivencia fundamentales. Si el otoño surge amenazante el único culpable, los únicos culpables, serán quienes olvidan que sólo el pueblo es “ser humano”.
               Porque ya lo dijo  John Locke: “Siempre que los legisladores pretenden dilapidar y destruir la propiedad del pueblo o reducir a éste a la esclavitud bajo un poder arbitrario, se colocan en estado de guerra con el pueblo, el cual queda por lo mismo relevado de toda obediencia y puede acogerse al refugio común que Dios ha procurado a todos los hombres contra la fuerza y la violencia”.

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