lunes, 18 de junio de 2012

LA IGNORANCIA COMO BANDERA

             Leer a Javier Marías supone siempre un bálsamo por la claridad en el uso de las palabras para la descripción de un sentimiento, una coyuntura o una realidad, situaciones todas ellas que pueden endilgar un personal pensamiento hasta la reflexión. Ante este análisis, la categórica afirmación del escritor académico de  que “vivimos un enorgullecimiento de la ignorancia” provoca la necesidad de recurrir al razonamiento para deliberar sobre un hecho que alcanza cotas desorbitadas en perspectivas como la periodística y, por tanto, en la sociedad a la que debería retrata éste con fidelidad.
              La imprudencia en los continuos juicios de valor dictados desde atalayas que deberían exhortar la cordura se ha extendido con una arrebatadora fuerza en el espectro social por el que transitamos en este siglo XXI.
              Ahora ya no supone un estruendo aceptar la “virtual” realidad que la ignorancia se encarga en encumbrar, resulta mucho más escandaloso observar cómo existen personajes que se pavonean exacerbando esa ignorancia.
          El sentido del ridículo debería evitar ese apacible acomodo de utilizar un micrófono o un teclado  para exhortar la ineptitud o el desconocimiento;  pero no, en esta sociedad nuestra, afirmaciones como referirse a Irlanda como integrante del Reino Unido o comparar el estado del césped con el ánimo de la grada no provoca ningún sonrojo.
              Ante tal nivel de incompetencia intentar dignificar el periodismo deportivo es una tarea tan complicada como tosca. La incultura no se alberga en exclusiva en determinadas secciones pero sí acampan con mayor soltura entre aquellos que recurren al envoltorio impoluto como único fin.
          Convertir el periodismo deportivo en espectáculo es conducir esta forma de contar noticias a la inopia y, ante tan grave ultraje a esta modalidad periodística, el único pequeño paso a realizar en el fin de la dignificación radica en la protesta y la denuncia casi únicamente. Con este argumento es innegable el rol de denunciante que han adquirido las redes sociales intentando provocar el sonrojo de quien es incapaz de ruborizarse por abanderar la ignorancia.

Seguidores