A veces se nos va…, simplemente
se nos va….
La represión a que se nos ha
sometido ideológicamente desde las altas instituciones durante un largo periodo
de tiempo en varios de los rincones de nuestra geografía nacional, hace que la
llegada de nuevos pensamientos, nuevos modos y nuevas directrices políticas
hayan supuesto, en algunos casos, una liberación que, en ocasiones, sí se nos
pueden ir de las manos.
En ocasiones, son solo pequeños
detalles que se encargan de vociferar como grandes gestos una oposición
política, económica e incluso social, sabedora del granero electoral que todavía
ofrece un rancio, pero rentable, populismo.
Si muchos de los ciudadanos somos
conscientes que, en ocasiones, es imprescindible ceder la otra mejilla y “parecer
tontos”, es incomprensible que gente infinitamente más preparada ofrezca
carnaza para quien gusta de cazar a cañonazos simples insectos.
Quiero pensar que, embriagados
del aire de libertad que representa haber sido sometidos a un yugo, en
ocasiones, dictatorial, prepotente y soberbio de determinados sectores de
determinados partidos políticos, no analizamos las consecuencias de algunos
pequeños actos.
Estoy segura que son esas algunas
de las razones que han llevado a, lo que en mi entender son solo simples
anécdotas, que, determinados medios de comunicación, se han encargado (llevados
por intereses estrictamente particulares) de convertir en información de
portada informativa.
Porque anécdotas debería de ser
la vestimenta de los Reyes Magos en la cabalgata organizada por el Ayuntamiento
de Madrid, o el recibimiento por parte del alcalde de Valencia (alcalde del que
estoy extremadamente orgullosa como ya he comentado en otros momentos en este
rincón de reflexiones) de la cabalgata organizada por la Sociedad Coral El
Micalet para rememorar un acto celebrado en la capital del Turia en 1937.
Ambas situaciones me merecen
enorme respeto, tanto los destinados a elegir y confeccionar la vestimenta de
los Reyes Magos de la cabalgata de Madrid como el acto organizado por una
agrupación cultural que ha sido, en demasía, ultrajada política y socialmente en una ciudad
necesitada de este tipo de colectivos.
Sin embargo, ¿no hubiera sido
mejor intentar no dar agua a sedientos de cólera, ira y violencia verbal
indignados por su expulsión de los sillones de poder? Limpiar el polvo de
algunas mentalidades no se consigue en seis meses y, quizás, es mejor dar
tiempo al tiempo. Solo entonces esta incipiente brisa de libertad se convertirá
en un imparable viento nuevo de libertad ideológica, política y sobretodo social…..