Moreno, cara redonda, mofletes sonrosados,
así se personó aquel ángel en su vida. Amaneció muy temprano aquella mañana de
junio de un día gris en una ciudad nueva,
un entorno diferente y un paisaje inusual cuando sonó la llamada que
cambiaría su perspectiva vital. La coyuntura se había empeñado en ser grisácea
desde hacía varios meses. Los problemas en el trabajo se vincularon
inesperadamente con el estado emocional, su perspectiva personal, sus anhelos y
sus inquietudes, sus fantasías y sus límites.
Los sueños se habían desvanecido como se
escapa la arena de entre los dedos al abrir la palma de la mano. El mundo, su
mundo, se volatizó casi de repente a pesar de parecer inquebrantable la fuerza
de los cimientos que lo sustentaban. Sin embargo, no calibró, no supo medir,
imaginó que tal vez, a veces, se puede atrapar el tiempo y vivir fantasías
olvidando que los proyectos vitales tienen siempre como gran hándicap la
inefable realidad. Y que, como decía Calderón, “los sueños, solo sueños son”…
Sentada incómodamente en aquella atalaya en
la que inconscientemente comenzaba a cerrarse casi de forma hermética, no
vislumbraba ningún horizonte diáfano.
A
veces oteaba en busca de nuevos colores pero el azul del cielo era
permanentemente gris, parecían tambalearse incluso los pilares que siempre
sostuvieron sus ilusiones, la salud, la familia, el trabajo, el amor….Todo estaba
alterado en una vida demasiado acostumbrada al orden, la sensatez, la
madurez…lo correcto. Eso que a veces nos condena y nos lleva a olvidar vivir,
impedir soñar, constreñir voluntades, atrapar utopías, desmontar perjuicios,
vislumbrar engaños….luchar por quimeras.
Con
demasiada frecuencia el hoy era una lucha permanente hasta que llegó él.
Aquella llamada insistente presagiaba que, ya nada sería igual.
Y
así fue.
Horas
después, cuando la luna ya se encontraba en lo más alto, lo tomó entre sus
brazos, se deslizó alguna lágrima mientras intentaba comprender aquel extraño
nuevo sentimiento bajo aquella luz que iluminaba ese nuevo rostro que lo
convertía todo en singular. De repente, ahora sí, un nuevo horizonte, un nuevo
cielo, una nueva perspectiva….una nueva vida.
El
tiempo maduró aquel efervescente sentimiento, se maduraron sin mermar emociones
y sensaciones tan difíciles de verbalizar como de atender, entender, razonar, extender,
solo sabía que sus puntos cardinales estaban ampliados desde aquel día de junio
en el que en su libro de vivencias la llegada de aquel nuevo ser comenzó
inesperadamente a minimizar los problemas, recortar preocupaciones, abrir
paraísos….y todo eso simplemente al ser receptora de una mirada, un abrazo, una
sonrisa, una palabra……una presencia….su presencia.
A
mi ángel en el día de su cumpleaños.