Pues parece que el enésimo partido del siglo volvió a ser “sólo” un partido más. La pompa que lo encumbró quedó desvanecida en cuanto la corriente mediática que utiliza el derroche y la fastuosidad para magnificar acontecimientos deportivos auspiciados únicamente por sus propios intereses calló batida por los hechos.
El partido R.Madrid-Barcelona volvió a ser una lección para los medios de comunicación. Una vez más, “el clásico de los clásicos”, la “batalla de todas las batallas”, “la final de la liga”, quedó, por arte de birlibirloque de los medios de comunicación en “un partido más”.
Fue una semana difícil de digerir mediáticamente, nada requería de mayor trascendencia en estos tiempos de marea que la “grandeza” del encuentro del Santiago Bernabéu. Los mismos periodistas y aficionados, no saciados con las tertulias y páginas dedicadas a lo que era un partido de la dieciseisava jornada de liga invadieron ese nuevo fenómeno de las redes sociales. La saturación era excesiva por eso era mejor callar, observar y si era posible, evadirse de tanto hartazgo de Madrid-Barcelona.
Pero la historia se escribe sólo por los hechos. Sólo son ellos los que quedan registrados en la posterioridad. Sólo ellos reconducen actitudes inequívocas que se convierten en efecto boomerang por el excesivo afán mediático de querer crear la realidad.
Y ha sido eso lo que ha sucedido. Nunca se han derrumbado castillos de naipes con tanta solvencia. La victoria del Barcelona ante el R.Madrid fue un misil directo a todos aquellos que nos empecinamos en convertir el fútbol en el indicativo del ánimo social y casi del indicador de riqueza de un país. Que hasta ahí ha llegado la desfachatez de algún tertuliano voraz embriagado de fanatismo que osó reflexionar que España era un gran país desde que el fútbol la había ubicado en el cetro donde sólo residen las naciones campeonas del mundo. ¿Habrase visto insolencia mayor?
Sin embargo, hoy el pasado ya es ayer. No había finalizado todavía el encuentro del Bernabéu cuando las redes sociales quedaron en silencio. Ya nada era trascendente. Ya casi mejor que acabara el sábado para pasar página. El efecto comenzaba a enturbiar algunas mentes y, espero que algunas conciencias.
El azucarillo se diluyó en el momento que el Barcelona marcaba el tercer gol. Se acabó el clásico, la final y etc.etc.etc. Por eso soy yo la que hoy quiere hablar del partido del sábado, cuando el silencio es tan grande que es estridente, o todavía más vergonzante “no hablamos del encuentro R.Madrid-Barcelona”, uff, pero bueno! Sí hace sólo 48 horas era imposible convivir con tanta saturación!.
Ahora recurriría a la frase que, aunque vulgar ustedes perdonen pero me recuerda a mi abuela cuando decía, “déjame que estoy que se me llevan los demonios”. Pues eso, alguno por cierto podía hacer examen de conciencia y ver que, a veces, mejor que los demonios personales y profesionales se cubran en casa, sólo en la intimidad. Tal vez me equivoque pero creo que el fútbol, sus protagonistas (que no somos los periodistas por mucho que nos empeñemos en ello) y la sociedad en general lo agradecería.
Ah, y VIVA EL FÚTBOL