sábado, 23 de octubre de 2010

EL PODER DE UN GESTO

                    Mi palabra es humilde y hoy son muchas las firmas de ilustres maestros del periodismo y algún que otro plumilla que, como se dice comúnmente, “me han ganado la mano”; pero resulta inevitable y no me resisto a mostrar mi máxima admiración por el Señor Vicente del Bosque.
                  He de confesar que emocionalmente siempre he sentido una dicotomía entre el elogio y la crítica a un hombre con aspecto “machadianamente” bueno. Era precisamente ese ensamble de bonachón personaje castellano lo que me generaba una sensación a veces de rechazo, otras de crítica. En un mundo tan envilecido como es el universo futbolístico, ofrecer la otra mejilla ante cada contrariedad singularizaba demasiado al entrenador que formó a generaciones de futbolistas pero se topó con la ingrata malicia de no ser del agrado de quien quiso erigirse en Mesías y que, muy a su pesar, convirtió en héroe al técnico salmantino. Pero no se podía ser tan bueno, no me acababa de convencer.
               Su ascensión al papel de seleccionador nacional de un equipo campeón de Europa fue demasiado estridente. La unanimidad mediática respecto a su figura hastiaba por el exceso de elogio. Sin embargo, para todos aquellos que no teníamos a Vicente del Bosque en el cetro del fútbol nacional sus gestos lo han encumbrado y hoy, que no ayer, al menos yo, me declaro máxima admiradora de quien con gestos, en momentos de minimización de valores ofrece detalles que no son sólo ejemplarizantes sino que son educativos para cimentar la construcción de una mejor sociedad.
                   El discurso  ofrecido por el seleccionador campeón del mundo en los Premios Príncipes de Asturias confiere por su contenido un servicio a un mundo en busca de identidad. Fue sublime.
           Del mismo modo, y cuando los debates por quién estaría en la foto en el Teatro Campoamor recibiendo el galardón del Premio Príncipe de Asturias del Deporte había alzado demasiadas rencillas, Del Bosque recurrió al simbolismo, rompió el protocolo y se erigió en héroe. Buscó entre los invitados a quien le precedió en el cargo y endilgó el camino triunfal de la selección española, Luis Aragonés.
               Por siempre mis máximos respetos para un hombre que ayer diseño una fotografía que, no sólo por inesperada, sino por su intencionalidad,  su capacidad sorpresiva y por la positiva influencia que puede germinar en el fútbol y en la afición que es como decir, toda la sociedad, mi eterno homenaje, mi máximo respeto y mi enorme gratitud a Don Vicente del Bosque por el comportamiento excelso que ofreció al mundo entero en la jornada de ayer en Oviedo.

No hay comentarios:

Seguidores