El que tiene miedo a las respuestas es porque teme las
preguntas. Ya quisiera yo haber sido tan elocuente para fabricar tan certera
frase, pero no, la escuché, como tantos otros, en la boca de Risto Meijde en el
programa Viajando con Chester compartido con Joaquín Sabina.
Cuántos problemas han generado el temor al cambio o
simplemente la inseguridad por lo desconocido. Y cuánto miedo da dejar hablar
al pueblo.
No es la voz o la opinión lo que ha generado tantos y tantos
cruentos enfrentamientos en la historia de la humanidad, es precisamente lo
contrario, el silencio, la mordaza y la necesidad de control lo que ha dinamitado la evolución y avance de decenas
de pueblos.
La libertad no existe si no se ejerce. La prepotencia solo
crea animadversión, la represión rebeldía y la dominación violencia.
Entonces, por qué no permitir expresarse a un pueblo. Nunca
preguntar es ofender, como jamás hablar es herir.
Mentir, manipular y someter es el problema.
Con estos mimbres, el 9N de 2014 se ha convertido en fecha referente y
ello lo ha hecho el gobierno español con su prepotencia y empecinamiento en
impedir hablar a un pueblo. Muchos de los catalanes que hoy se acercarán a las
urnas lo harán en respuesta a ese afán de dominio de un grupo político que está
condenando el futuro de unos y otros.
Por eso, lo que era una consulta que simplemente iba a
cotejar la realidad o no de un país, se va a convertir en una llave hacia un
nuevo camino. Desconozco cuál será ese, no me atrevo a adivinar el futuro político
y social de Cataluña y España, pero una cosa sí percibo, ya nada será igual.
Y aunque el futuro siempre es incierto, a veces abre puertas
y endilga caminos de esperanza e ilusión, pero también es verdad que nunca un
mañana sano se forjó con vetos y limitaciones. Ni tampoco con amenazas.