viernes, 21 de noviembre de 2014

CANALLA VIDA

      La vida es canalla. La certeza que te ofrece el nacimiento es el inicio de una cuenta atrás que se cerrará el día que la parca venga a buscarte. Mientras tanto, la travesía, larga o corta, es la única realidad conocida.
    Querer comprender las razones que ni filósofos, ni eruditos, ni médicos, ni ser existente en la historia de la humanidad puede explicar, resulta un sin sentido que todos aparcamos para evitar vivir en locura.
     Durante la edad temprana resulta una suerte no convivir con el final, siempre te imaginas inmune a despedidas y adioses inesperados, pero la edad adulta te aproxima a ello. De repente, el dolor se asienta en ti porque ya no son  los amigos de los padres o los abuelos los que se marchan, ahora son tus amigos, tu entorno el que se desvanece.  La vida no entiende de leyes y has de aceptar que es capaz de devorar por igual a menores que a jóvenes lozanos en edad de sumar, crecer y ser básicos para  su familia, su sociedad, su entorno.
     Nadie hay imprescindible, pero sí hay gente, que a determinada edad es indispensable e insustituible. Y una madre representa todo eso. Es todo eso. Y lo es toda la vida, pero especialmente a temprana edad.
   Que la parca se empeñe en llevarse a jóvenes que apenas han llegado a la cuarentena de edad es una canallada. Una indecencia de la maldita enfermedad que aliada con la muerte,  se empeña en no distinguir entre personas necesarias, porque haberlas haylas. Ya lo creo que las hay. Una madre con poco más de cuarenta años y dos niños menores de 8 años es irremplazable y necesaria.
   Decirle adiós a un ser frágil pero vitalista, entusiasta, alegre y luchador  es desgarrador. Siempre queda tanto por decir, por compartir, por reír, por llorar...por vivir.

    Pero se va, se la lleva, la maldita parca nos la arrebata. Y sin embargo, la vida quiere que el mundo siga rodando. El inexorable paso del tiempo convertirá el llanto en risas, porque sí, el mundo seguirá girando, pero esos pequeños que dicen adiós a su mami crecerán sin sentir su aroma en cada abrazo, sin escuchar su voz cada mañana, sin sus risas y sus achuchones. Y cada día amanecerá lleno de luz.
    Los recuerdos no envejecerán. Las imágenes serán siempre eternas. Pero la vida será por siempre canalla, porque la vida, a veces, es muy muy muy canalla, por mucho que nos cobijemos en ese sol que sale cada día.
    Maldita enfermedad, maldita muerte, despreciable adiós….siendo bonita, ¡qué borde es la vida!

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