Hace días que barrunto trasladar
aquí una reflexión donde he conjugado ira con tristeza, orgullo con desencanto.
Con el fin de intentar poner distancia a ese torrente de contrapuestos
sentimientos (difícil al referirse a las propias raíces) que originó en mi
interior el efecto mediático que provocó el affaire del barrio Gamonal en
Burgos he decidido esperar unos días, hasta hoy.
La lucha de un vecindario por la
defensa de su entorno ha demostrado a la clase política que una mayoría
democrática en las urnas no significa un cheque en blanco. La solidaridad
mostrada en muchos puntos del Estado por esta barriada ha sido plausible, pero muy
envidiable para otro barrio que lucha también por su supervivencia como pueblo
desde hace más de quince años y que, no solo no ha recibido la solidaridad más
allá de sus “fronteras” si no que ha sido y es olvidado por la propia sociedad
valenciana que, al fin y al cabo, es la suya: el Cabanyal, el barrio marítimo
de la tercera capital de España, Conjunto Histórico Protegido de la ciudad de Valencia, declarado Bien de Interés Cultural desde 1993.
Los vecinos el Cabanyal luchan
por la supervivencia de sus casas y sus calles desde que en 1997 el
Ayuntamiento de la ciudad acordara un plan de reforma para prolongar la Avda Blasco
Ibáñez de la ciudad hasta el mar, un
proyecto que supone partir el barrio en dos derribando más de 1.600
viviendas. Una situación que se agrava
en 1998 cuando el consistorio aprueba la suspensión de licencias en todo el
entorno del Cabanyal-Canyamelar.
Literatura reciente sobre el Cabanyal |
En esa fecha el gobierno de Zapatero emite una orden ministerial que insta a acabar con
las demoliciones y con todas las actuaciones que suponen una pérdida
patrimonial y consideraba ilegal el PEPRI (Plan Especial de Protección yReforma Interior).
Desde Valencia, las Cortes contestan aprobando
un decreto ley de urgencia que declara el PEPRI legal sí o sí. El gobierno
central presenta recurso al Tribunal Constitucional que lo admite a trámite.
Cambia el talante del Gobierno con la llegada al mismo del PP y el Ayuntamiento
de Valencia cree encontrar la panacea para sus planes de extinción del barrio; pero la decisión que abre el futuro al Cabañal
se produce con la aprobación por parte del Consejo de Ministros en octubre de 2013 de la retirada de los
recursos de inconstitucionalidad interpuestos contra el derribo del barrio “a
cambio de abrir un proceso de diálogo con la Generalitat valenciana y con el
Ayuntamiento sobre la reforma de este barrio, que permita su modernización y el
respeto al conjunto histórico”.
Ahora sí ya no hay vuelta atrás.
Durante más de quince años se han
sucedido las actuaciones políticas dirigidas a la destrucción de un barrio
construido arquitectónicamente en calles paralelas y perpendiculares, de ahí el
agravante que supone cortarlo en dos
para construir en medio de sus calles una gran avenida. Una pretensión
de la Valencia burguesa que nace en el s.XIX, con el pretexto de disponer de
mejores accesos a la Valencia marítima, o un acceso más cómodo que la Avda del
Puerto por donde transitaban las mercancías.
En 1883
Casimiro Meseguer propone un trazado que daría lugar a la actual Avenida Blasco
Ibáñez y que terminaba a las orillas del actual barrio del Cabanyal, cuando
éste todavía era municipio independiente.
Aquel barrio donde en verano la
clase burguesa valenciana se desplazaba a veranear junto a los vecinos
pescadores, trabajadores del puerto o de los astilleros, donde Blasco Ibáñez
paseaba (recomendable lectura de “Flor de Mayo”, donde las referencias al
Cabanyal son continuas), donde Sorolla buscaba inspiración, donde nació el
actor Rafael Rivelles, sí el Cabanyal-Canyamelar siempre fue visto
con ciertas reservas por una ausencia de identidad de la sociedad
valenciana con su idiosincrasia propia. La particularidad de un Cabanyal que disfruta
con fervor sus propias fiestas, que dispone de una gastronomía singular, que
vive en unos edificios construidos al amparo del modernismo burgués del s.XIX,
que reza a sus propios patrones, que creó su propio equipo de fútbol y que se identificó
como cuna republicana y siempre a la izquierda hasta que el crecimiento del
desconcierto en las ideologías ha llegado a lograr que la derecha también haya
ganado varias elecciones recientemente.
En recuadro el espacio que se pretende derribar |
Sí, el Cabanyal ha querido ser
estrangulado muchas veces antes de aquel fatídico 1998, pero sus vecinos
siempre lograron la supervivencia. Entre los vecinos jamás hubo lucha
(inconmensurable y necesaria en esta defensa el trabajo de la plataforma Salvem el Cabanyal, aunque no siempre han sido elogiables sus decisiones); aunque sí
se han originado muchas discrepancias, pero nunca, jamás, se ha vivido en
enfrentamiento entre su gente. El amor al Cabanyal y a una misma historia era
más fuerte que las diferencias ideológicas de la ciudadanía. El objetivo era uno:
mantener vivo el barrio, que día a día era castigado con más decisiones
políticas intransigentes con el único fin de su deterioro extremo, de conseguir
calles inhabitadas, miedo entre el vecindario, suciedad, delincuencia.
Sin embargo, el intento de
convertir el Cabanyal en un gueto es imposible, y bien lo sabe Rita Barberá,
por mucho que ella personalmente y su equipo de gobierno en particular, lleven
años ensañándose con el barrio para intentarlo.
Y en ello siguen, por mucho que
parece ¡ahora sí! las últimas decisiones son incontestables.
Pero también los vecinos seguimos
aquí, sin decaer en la defensa de la tierra de nuestros padres y abuelos, de
las calles donde más luce el sol de toda la ciudad por su proximidad al mar y donde
el olor a sal a veces es innegable desde cualquier punto.
Sí, ací sóm i ací estem. Sin la
ayuda masiva de los medios de comunicación, sin el apoyo de otras sociedades en
nuestra lucha cada vez que las excavadoras se han presentado en el barrio para
destruir edificios emblemáticos, sin el apoyo contundente de ninguna vertiente
política (sí, algunos partidos han votado en contra de su destrucción pero solo
ahora parece que comienzan a ser contundentes en su defensa), sin ninguna
manifestación pública de vecinos valencianos (con excepción de algunos
colectivos como la Universidad Politécnica de Valencia, siempre muy sensibles
con el futuro del distrito marítimo de la ciudad con varias presentaciones de
trabajos, estudios y propuestas para su rehabilitación).
El Cabanyal no ha tenido la
“suerte” de Gamonal, pero poco ha importado.
Nos mantenemos vivos, en pie y con más fuerza que nunca, pero la unión
es la fuerza por eso ¡qué envidia de los burgaleses, su solidaridad y su unión!