Esta semana se ha celebrado
el Día Internacional de las personas mayores. Este tipo de jornadas tienen un
efecto muy relativo a pesar de la razón de concienciación social con la que
nacen, sin embargo, a veces sería justo parar a atender emocionalmente el
argumento de su creación.
Referirse a las “personas
mayores” parece sensiblería en una coyuntura donde sólo parece marcar tendencia
la práctica, la imagen y la lozanía, lo nuevo y flamante. Esas aspiraciones son precisamente las que
están envileciendo a la sociedad, el respeto a quienes han construido esta
realidad debería ser eterno y no caduco y descatalogado. Así se sienten las personas
mayores en un mundo donde se “castiga” al enfermo, donde la inmediatez no
entiende de emociones acunadas en recuerdos, donde el ayer no dispone de ningún
valor respecto al mañana.
Cuán equivocada vive la población
si no es capaz de acunar los sentimientos de quienes disponen de la sapiencia
que sólo entrega la experiencia. Pocos son los capaces de sentarse junto a los
abuelos para escuchar atentamente sus vivencias, a veces envueltas de espíritu
aventurero irreal pero siempre novelescas en exposición. Pocos son los audaces
que quieren recoger el testimonio de luchas, aspiraciones y sueños de quienes
germinaron nuestra propia vida. Pocos, muy pocos son los que quieren acompañar
en la mirada atrás de quien vive más en pasado que en futuro….pocos somos
valientes para parar un día de estrés profesional y emocional para acompañar a
quienes mejor nos mesan los cabellos, a quienes con ojos vidriosos observan más
que hablan, a quienes prefieren vivir
entre memoria temerosos de mirar en porvenir la proximidad de la parca.
Personas mayores, ese
apelativo que nadie quiere ostentar pero que todos deseamos adquirir porque
será el resultado de haber dispuesto de una larga vida en experiencias, disfrutes
e incluso disgustos.
Personas mayores, el
colectivo más generoso existente en esta mercantilista sociedad del siglo XXI ,
convivir con ellos es engrandecer el alma y alimentar de verdad y emoción el
espíritu, factores indispensables para recuperar la pérdida de humanidad que
parece devorarnos.