domingo, 14 de octubre de 2012

LA AUSENCIA DE LA “EDUCACIÓN VIAL” DE LOS CHUCHOS Y SUS AMOS


                Todos aquellos amantes del mar que disponemos la suerte de residir en su proximidad y utilizar como refugio los paseos por la orilla al finalizar una estresante jornada o, simplemente para finalizar con la serenidad de la contemplación de sus paisajes un fin de semana de asueto, tenemos un problema que envilece muchas veces las caminatas a la orilla del mar: los perros.

          Sí, los perros, aunque tal vez deberíamos nombrar como causantes de este rechazo a los amos de los perros que permiten que sus chuchos deambulen por la playa a sus anchas. Eso supone, que el can se acerca a quien se le antoja para olfatear sus pies. Eso si hay suerte, porque hay veces que no se conforman con ello y lo que hacen es directamente lamerte los pies o calzado lanzándote sus babas.

          Cierto es que llegado a este punto no puedo obviar mi fobia a los perros, sentimiento que me lleva en ocasiones a protagonizar comentarios del estilo  de “exagerada, histérica o simplemente insensible”. No voy a ser yo quien me autocalifique porque, si es cierto que si no te gustan “determinados” animales eres una insensible, reconozco que yo soy un témpano en referencia a la raza canina.

           Pero cada quien es cada cual y piensa y siente como puede o le dejan y eso no sería inconveniente para nada ni nadie si se respetasen unas normas básicas de convivencia, o mejor, si toda la gente dispusiera en su catálogo de valores de los principios que nos enseñaban en aquella asignatura que se cursaba en EGB y que respondía al nombre de “educación vial”.

           Yo puedo incluso entender que los chuchos que se te acercan mientras paseas no son “peligrosos”, pero depende de qué significado se le dé a este calificativo. Para mí que un perrito se me acerque a lamerme los pies ensuciándome con sus babas es peligroso, no sólo por mi fobia sino porque me repela y me da cierta grima ese babeo.

            Y el colmo es cuando, desde lejos porque ni tan siquiera se digna a acercar para disculparse, su “racional” amo te dice “tranquila, si no hace nada”.

¿Que no hace nada? Y llenarme de asquerosas babas qué es.

           El día que yo quiera “soportar” el “cariño” de un perro lo haré a motu propio y no encorajinada por como un chucho se ha empeñado en amargarme un gratificante paseo.

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