miércoles, 25 de julio de 2012

AÑO 20 DE BARCELONA 92

        Morriña, añoranza, nostalgia…recuerdos. Hoy se cumple el vigésimo aniversario de la inauguración de los JJOO de Barcelona y esa imagen en el personal libro de vivencias hace recordar el significado que el evento deportivo significó para toda una generación. Jóvenes, lozanos, con una democracia todavía imberbe, este país protagonizó y acogió un  acontecimiento deportivo que superaba las barreras de la inferioridad en la mentalidad de toda una sociedad que parecía vivir fuera del inevitable avance experimentado en el mundo el último tercio de siglo XX.
      La irrupción de la modernidad en un país sometido durante 4 décadas a una dictadura encontró un punto de inflexión con un evento que, no sólo abría un paso al país en el mundo, sino que también diluía de un plumazo ese sentido de inferioridad que atenazaba a todo un pueblo.
       Las escenas que se acunan en el recuerdo son tan singulares como los sentimientos que originaron, como las emociones que ahora evocamos con ese espíritu de melancolía que se acomoda en cualquier mirada retrospectiva. La entrada del equipo olímpico al Estadio de Montjuich, las lágrimas de la hija del Rey, esa plata en waterpolo, la carrera de Fermín Cacho, Samaranch, Freddy Mercuri y Monsterrat Caballé, el encendido del pebetero olímpico,  el básquet y EEUU, el “amigos para siempre”, Cobi….
             Puede que Jorge Manrique estuviera en lo cierto y que cualquier tiempo pasado fue mejor, hoy, veinte años después, cuando la zozobra es generalizada en el ánimo deprimido de la sociedad volver la mirada para mirar atrás supone arrancar la emoción  y pensar que sí, que aquello fue mejor.
              El cambalache de este siglo XXI ha superado la perspectiva de desarrollo de todo un continente. Nuestra perspectiva ya no es tan deleitosa como aquel 25 de julio del 92 en el que nadie era culpable de nada y todos acudíamos al deleite de considerar que nuestro púlpito era el perfecto, nuestra mirada la correcta y nuestro futuro inefable.
               Fue quizás esa unión la que nos hizo cohabitar con las estrellas, vivir desde el universo del optimismo y respirar en positivo. Tal vez son esos los recuerdos que más se añoran y tal vez, puede que sólo tal vez, debiera ser ese el recuerdo al que más deberíamos aferrarnos para poder mirar adelante. Algo tan sencillo pero que cada día  se antoja más complejo.

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