Hay
gente con la que compartes ideas y hay gente con la que descubres ideas. Personajes
que te ayudan a cimentar tus principios, esos que te acompañarán siempre, porque
se cruzan en tu travesía en el momento que estás abriéndote a la vida adulta
mientras forjas tus propios pensamientos.
Suelen
ser personas que conviertes en referente, personas que defienden ideas,
personas que utilizan el poder de la palabra, pero que labran su eternidad en sus
gestos, porque como dijo Woody Allen:
“las cosas no se dicen, se hacen, porque
al hacerlas se dicen solas”.
Carmen
Alborch dijo e hizo cosas, muchas cosas, tuvo gestos, muchos gestos y todo lo
hizo casi siempre sola. Por ello, fue pionera y es (y será) un símbolo para muchas mujeres que descubrimos, gracias a
sus escritos, libros, discursos y gestos que “ser mujer es
algo maravilloso y hemos de interiorizar nuestra dignidad y libertad, el
respeto hacia nosotras mismas y la exigencia de que los demás también han de
respetar nuestros movimientos, creatividad, espacio y sexualidad”.
De igual forma que nos ayudó a descubrir que: “vivir
sola no es lo mismo que estar sola, ni sentirse sola ni ser una persona
solitaria...porque…las mujeres solas no nos conformamos….ni somos militantes de
la soledad”.
Audaz, pionera en todos esos ámbitos de una dilatada trayectoria
que es expuesta hoy en casi todos los medios de comunicación que recuerdan que,
la valenciana nacida en Castelló de Rugat, pero que se definía como “ciudadana mediterránea”,
fue la primera decana de la Facultad de
Derecho en Valencia, primera ministra valenciana de la democracia, concejal,
socialista y amiga, que vivía en
mayúsculas, con una sonrisa en los labios y una energía incombustible, nos ha
dicho adiós.