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miércoles, 21 de agosto de 2013

JULIO CÉSAR EN EL TEATRO ROMANO DE SAGUNTO


      Tardé bastante tiempo en entender con claridad unas declaraciones, no recuerdo bien de quien, que definía como al único verdadero actor a aquel que se forma en el teatro. Solo éste es poliédrico, el resto son personajes de una sola dimensión.

     Bajo el escenario esplendoroso del teatro romano de Sagunto la perspectiva que ofrece una noche de teatro todavía engrandece más este adjetivo. La proximidad a los autores, el entorno paisajístico junto a la ladera, entre piedras y como cima del paseo de adoquines, el Teatre de Sagunt ofrece más encanto a la escena para engrandecer cualquier obra.

      Y eso ha sucedido estos días con la representación en este espacio de “Julio César”, la obra que, dirigida por Paco Azorín, revive el argumento de la dramática obra de William Shakespeare para recordar al público que la “res pública” continúa siendo lo importante y que hoy, como ayer, como siempre, la conjura, la traición y la ambición son factores determinantes para la corrupción de quienes deberían ejercer el “bien común”.

       Una nueva y magistral reinterpretación de la obra del dramaturgo británico deja ver la viveza de una línea argumental  que se ha convertido en una realidad coyuntural en nuestra sociedad. La palabra escuchada invita a la reflexión porque es imposible no acabar la obra y dejar en primera línea del pensamiento expresiones como “solo los peces muertos nadan con la corriente”.


       Aún así, no esperen grandes escenografías en Julio César, tampoco pomposos vestuarios. No se necesitan. Por el contrario, sí presenciarán un minimalista decorado y quedarán prendidos de monólogos tan magistralmente recitados que comienzan cautivando y acaban irremediablemente fascinando al espectador.

      Tristán Ulloa como Bruto y Sergio Peris Mencheta como Marco Antonio lo bordan. No está nada mal tampoco Mario Gas en su papel de Julio César, su capacidad gestual te atrae de forma sigilosa.

      En definitiva, una versión de Julio César muy recomendable no solo por lo que evoca y por su invitación a la reflexión del espectador, sino porque realmente el trabajo teatral es directo y exquisito tanto en la dirección como en  la interpretación.

      Un gozo espléndido que a veces se tiene la suerte de presenciar como nos pasó a algunos privilegiados que vivimos una mágica noche de verano en el eterno escenario del  Teatre Romano de Sagunt.

martes, 23 de abril de 2013

23 DE ABRIL DÍA INTERNACIONAL DEL LIBRO

           
Pocas, muy pocas celebraciones me causan el respeto que lo hace el Día de Sant Jordi. Esta “festividad”, basada en el regalo de literatura entre amigos, familia y todo aquel con el que compartes el sentimiento del afecto, me ofrece casi una idolatría a quien fuera el “inventor” de tal evento que creo corresponde a la UNESCO.
            Es precisamente la casualidad la que ha convertido al 23 de abril en uno de los días más emblemáticos para la literatura, después de que fuera esa misma casualidad la que marcara esta fecha como la del fallecimiento de dos de los más grandes literatos de la historia, Miguel de Cervantes y William Shakespeare, a pesar de que recientes estudios indican que el español pudo haber fallecido el día 22 y enterrado el 23 y que el inglés lo hiciera en el 23 del calendario juliano que corresponde al 3 de mayo del calendario gregoriano.
          La fiesta oficial desde 1930 tiene su arraigo en Catalunya  aunque la iniciativa de su celebración se debe al valenciano Vicente Clavel Andrés, pero se ha extendido mucho más allá y, por suerte, ya es  costumbre el regalo de un libro entre personas queridas durante esta fecha, no solo en todo el Estado sino que se ha propagado entre varios rincones del Viejo Continente.
         Pocos, muy pocos obsequios se revierten del poder simbólico que representa el regalo de un libro, el regalo de literatura. Siempre he pensado, tal vez por la tradición catalana de regalar literatura en este día a tus personas más queridas, que el regalo de un libro lleva detrás mucha carga simbólica. Nada es más íntimo como la lectura de una obra literaria y no existen dos lectores que interpreten igual cada palabra, que imaginen igual una misma escena, que reviertan de similar característica a un único personaje. Por eso, regalar un libro supone  ofrecer a esa otra persona a quien le ofreces el obsequio que comparta tu mismo sueño, que viva tu misma imaginación y que evoque aquello mismo que uno solo evoca inmerso entre los renglones de una obra literaria.

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