domingo, 23 de octubre de 2016

SABER ESTAR SIENDO UNO MISMO

La generación que estudiamos EGB tuvimos la suerte de poder acceder al estudio de ética y moral. En su momento, era una de esas asignaturas “marías” que servían para subir nota y cubrir una hora lectiva de forma cómoda.

Sin embargo, en ocasiones, dependiendo de la destreza del profes@r, su estudio te permitía acceder a pensamientos y reflexiones que la vida se encargaría después de transformar en realidad práctica en determinada coyuntura, situación o momento.

Una de aquellas enseñanzas te trataba de “educar” en algo, tan abstracto, como el comportamiento correcto. Al parecer, hay cualidades educativas que se valoran por la capacidad de saber comportarse del modo correcto  en cada momento, adaptando tu acción o conducta a la exigencia del entorno o coyuntura.



 Pero, ¿cuál es el modo correcto?, ¿Hasta qué punto debes ser camaleónico en pensamiento, sentimiento o actitud? Una cosa es la educación intrínsecamente ligada a la necesidad del respeto hacia el prójimo y otra adaptar tus voluntades con el peligro de perder identidad.

Todos hemos vivido alguna vez esa angustiosa sensación de encontrarse “fuera de lugar”. El abanico de situaciones  es muy amplio.

Quién no ha sentido la incomodidad de compartir asiento en algún medio de transporte junto a una pareja de enamorados en fase álgida dulzona. Esa época donde los besos y las leves caricias te empalagan hasta casi provocarte a ti (improvisado invitado), un repentino brote diabético por proximidad a tanta miel.


Aunque seguro que no son pocos los que también nos hemos visto envueltos en esa desproporcionada discusión de pareja o amigos entrañables por una discrepancia generada por un detalle nimio o bobada, bien  porque uno considera mejor este vino o porque “nena, ese postre te va a sentar mal”.
No, no es nada fácil eso del “saber estar” en época de estado de ánimo indómito. Sin duda, lo ideal  es sentirte bien en cualquier sitio.

Los prejuicios, valores, pensamientos y emociones son tan singulares como exclusivos de uno mismo y, de la misma forma que a cada cual le sienta bien un color, cada uno vive su experiencia a su manera.

Por eso, querer aparentar o simplemente ambicionar disfrazando miserias, defectos y heridas, pero también cualidades, condiciones y valores, oculta el anhelo de vivir y el ansia de ser lo que no eres, cuando el único camino de la felicidad es, como canta Manuel Carrasco, es  “ser siempre uno mismo en cualquier parte”… aunque con ello tengamos que aceptar que, no en cualquier parte, vamos a estar cómodos siendo uno mismo. 

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