domingo, 2 de octubre de 2016

DE LA RUPTURA DEL PSOE AL RENACIMIENTO DEL ESPÍRITU SOCIALISTA

    En estos días de final de mes, en un país con gobierno provisional (entre unas y otras se va a convertir en el ejecutivo más longevo de la historia de la democracia), mientras unos intentan hacer números para pagar recibos y sobrevivir con sueldos de miseria., otros patean la calle en busca de un trabajo porque, incluso “haciendo caso” a la ¿salvadora? opción de emprender no superan los 500 euros de ingresos mensuales, algunos se pasean por los juzgados dispuestos a “devolver” unos pocos milloncejos de euros robados a toda una sociedad, y otros están pendientes de la boda de Rociito y otros importantes asuntos banales, llega el PSOE para llamar nuestra atención. 

Los hay que hace tiempo dejaron abandonar los asuntos de la política para centrarse en los problemas de la cotidianeidad y esperar que el “laissez faire” arregle las colas en el hospital, los barracones de los niños o crezcan las posibilidades de aspirar a un trabajo digno.

También se da el caso de los que, poseídos por el ansia de devorar información, se enrabietan de impotencia y confeccionan la idea de dejar de ejercer el derecho al voto que, visto lo visto, solo supone otorgar puestos de trabajo (excelentemente remunerados) a mindundis que en otras épocas no habrían dispuesto de miras más allá que ser el delegado de su comunidad de vecinos.


Y los ahí que, con la misma impotencia de considerarse personaje pasivo, la idéntica necesidad de recurrir a préstamos para llegar a final de mes y la misma permanente búsqueda de la puerta laboral que les permita la supervivencia, mientras se saturan con estudios y barruntan proyectos, andan escandalizados por el momento político que nos ha tocado vivir.

Tan escandalizados como apasionados, conscientes de ser coetáneos de, tal vez, el momento político más apasionante del s.XXI. No en vano, muchas de las cuestiones, (de esas que parecen banales), están diseñando las bases del futuro político que monopolizará el devenir de la sociedad que heredarán nuestros hijos.


 Porque, muy al pesar de decenas de miles de ciudadanos, eso de la Res Publica marca la cotidianeidad de cada uno de los individuos que vivimos en sociedad. Alegar que lo que pasa en política no te interesa está muy bien, pero no es tan real defender  que a mí no me afecta cuando, ¡ojalá no fuera así!, la política impregna todo nuestro devenir.

La historia nos ha demostrado en demasía que, a una crisis económica le sigue una importante crisis política que suele finalizar con una revolución social. Así ha sido desde la Edad Media. Justo, desde esa misma época es desde cuando la soberbia, prepotencia, la altanería, la vanidad y otros pecados capitales como la avaricia, lujuria o envidia se muestran en todo su esplendor en ese tipo de coyunturas.

Y ahí es donde estamos en este momento. En ese periodo donde la batalla política no se ciñe exclusivamente a ejercer el poder, sino a no perderlo.


Nada ha sido igual desde el movimiento del 15M, aunque erró en algo importante:  se pretendió saltar un eslabón en la cadena. Se creyó (o nos quisieron hacer creer) que la revolución social asaltaría la cadena política sin provocar revoluciones en esa actividad de gobernar y organizar las sociedades humanas.

La jugada estuvo a punto de salir bien pero de nuevo, las ambiciones personales fusilaron esa posibilidad con un tiro tan certero que ha hecho estallar las vanidades. Esas que manejaban desde hace años un partido que hace tiempo dejó de ser referencia para ciudadanos de ideología socialista. La sangría de militantes en el PSOE es enorme desde hace casi una década, casi desde que Felipe paso a ser Señor González y cambió la cazadora por los trajes de Armani.

Sería pretencioso por mi parte un análisis verdadero careciendo, como así es, de importantes datos informativos, me quedo con la opinión de simple ciudadana que vive este momento de forma apasionante pero con enorme pesar.

Herida. por ver cómo el partido, por el que mi abuelo perdió 3 años de su vida encarcelado por defender la ideología que proponía, ha sido engullido por lo que hoy, casi un siglo después, son los poderes fácticos.

Enojada,  por comprobar cómo el periodismo ha pasado de trovador de la actualidad a generador de la misma, con políticos en el consejo de administración de grupos mediáticos, periódicos que sobreviven por la publicidad institucional que éste u otro les “regala” a cambio de ostentosas loas o aquelarres, según convenga al personaje que inyecta la pasta, o líderes de opinión (ay, mare! dónde hemos llegado) que reparten estopa según directrices de maridos, mujeres, cuñados y demás familia colocada en lugares estratégicos de poder, les van dictando.

Pero sobretodo, vivo estos días aturdida, decepcionada, asqueada y triste. Muy Triste y apenada por haber vivido la catarsis del partido que condicionó la vida de muchos de mis familiares y comprobar cómo el PSOE ha preferido virar su ideología a esa mentalidad de  centro donde se mueve el grueso de votantes de este país,  demostrando que, para la “ejecutiva” y sus acólitos, lo importante no es la idea sino el fin, es decir, el sillón del poder.

La derecha lo hizo a inicio de los 90 cuando decidieron esconder la derecha heredada de 40 años de dictadura, que deambulaba en la vieja Alianza Popular, para crear un PP donde la gaviota se llevaría de la primera línea a personajes franquistas para situar en buena visibilidad a representantes de una línea conservadora joven, democrática……mmm….al menos en apariencia.

 El PSOE lo hecho tarde y mal. Ha querido perpetrar su mutación hasta el centro  cuando se ha visto superado por una izquierda (esa que tan acertadamente Borrell ha sabido definir, es la que votan sus hijos, vírgenes de pactos sentimentales con aquellos que hicieron la tan manida “transición”) y cuando, ante la disyuntiva de virar hacia sus orígenes socialistas de algunos de sus mandamases, éstos se han topado con el poder de los varones que de la pana han pasado a los sillones del Ibex 35, han visto peligrar las puertas giratorias y con ello, el chollo que podría ser perder esa alternancia en el poder cada 4 u 8 años compartido con el PP.

El problema es que a los “golpistas” (vaya con la paradoja de la historia, también vienen del Sur) se les olvidó que, en toda revolución, hay que dar espacio a la sociedad, en este caso a los militantes.  A ese gran colectivo que todavía siente en socialismo y considera el centro como ese lugar donde no hay “ni chicha ni limonada” que cantaba el chileno Víctor Jara.

Esa fuga no la han querido ver ¿(o tal vez sí?) esos que ayer convirtieron el Partido Socialista Obrero Español (PSOE), en Partido Español, sin Socialistas y sin Obreros.


Pero, no hay nada peor que cegarse mirando al frente sin observar en perspectiva. Y cuidado, que mientras están intentan coser un PSOE muerto los autores de la ruptura, puede que algunas de sus víctimas incluso desde la lejanía, la distancia y el silencio ganen la batalla final, ¿ acaso no recuerdan cómo entró en la historia el Cid?. 

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