Siempre queda tanto por decir. Hay palabras sanadoras, palabras que hieren,
palabras sabias, palabras gritadas, palabras escritas y palabras que se
lleva el viento.
Los gestos hablan,
las palabras engañan.
Los gestos son perdonados, las palabras te condenan.
Por qué un abrazo tiene más valor que un te quiero, por qué
una mirada es más real que un adoro… Por qué callamos las palabras.
Hoy escribimos pero no hablamos. Nos comunicamos por
twitter, Facebook, washap, email…utilizamos palabras, pero ¿nos expresamos? O mejor
¿expresamos lo que sentimos?
Miedo a las palabras. Siempre perversas, rebeldes,
engañadoras, livianas y siempre derrotadas ante un silencio, una caricia...de
nuevo un gesto.
¿Y el poder de la
palabra?, por qué es mejor imaginar que decir, por qué mejor mostrar que contar,
por qué no hablamos lo que sentimos, por qué ocultamos las palabras….
Sin embargo, a veces, el único cobijo es la palabra.
Y entonces puede aliviar y puede matar, puede engañar y puede seducir, puede calmar ausencias o provocar desazón, generar anhelos o abrir senderos….solo la palabra puede crear y destruir.
Y entonces puede aliviar y puede matar, puede engañar y puede seducir, puede calmar ausencias o provocar desazón, generar anhelos o abrir senderos….solo la palabra puede crear y destruir.
Pero nunca las palabras mienten, solo nosotros las hacemos
falsas.