Nació
con el fin de entretener y a lo largo de la historia ha sido bautizado como “el
opio del pueblo”. Aquellos que satirizan un deporte que a la par es un juego y
que en este mundo globalizado se ha convertido, junto con solo un reducido
grupo de actividades, en uno de los universos mercantilistas más potentes del
planeta, no entenderán que, a pesar de todo y, sin embargo, el fútbol no puede
librarse de aquello que lo determinó en su raíz y caracteriza cada día su
expansión y crecimiento: la pasión, la euforia, el encanto, en definitiva, el
sentimiento.
Que
es un negocio para unos pocos y un mercado para muchos es algo tan obvio que no
obstante, no reduce ni un ápice de emoción para el aficionado (hombre y mujer).
No
contrariaré a quien considera que se trata de una droga social que representa
perfectamente el “al pueblo pan y toros” de regímenes dictatoriales, no
discutiré que en ocasiones, el fútbol ha sido una herramienta con la que
hipnotizar a sociedades, pero personalmente no puedo evitar rendir pleitesía a un
deporte, un juego, una actividad o un mercado, que consigue el abrazo ante el
compañero de asiento en un estadio del que no sabes el nombre y solo te une el
placer que durante un pequeño instante, provoca un gol.
Esa
religión del siglo XXI a la que se han rendido genios, intelectuales,
sociedades, y pueblo llano por igual, sigue singularizando lo que convierte al
hombre en animal sensible: la capacidad para emocionarse.
Esa fue sin duda mi mayor sorpresa. Nada queda sin retratar en el National Football Museum. Por supuesto, se exponen la reglas del juego y su evolución, las tácticas, pero también tiene su escenario el fútbol femenino, se repasa lo dicho, retratado y dedicado por grandes artistas como Picasso a este deporte y en ese repaso y, al igual que es inevitablemente elogiable el espacio dedicado a los med.com, no menos plausible es el rincón que ilustra el trabajo de los servicios médicos en los clubs de fútbol, otra de las labores imprescindibles y casi nunca dignificada. Hasta llegar aquí.
Los
que amamos el universo futbolístico, por mucho que seamos denostados, somos
capaces de vivir con máxima pasión no solo aquello que sucede en un campo de
futbol sino todo aquello que lo envuelve. Y para sentir e impregnarse de esa
capacidad de sentir como futbolero recomiendo la visita a un lugar donde el
simbolismo ha encumbrado a este deporte desde su cuna: Inglaterra.
Los
que viven en fútbol aman los rituales que acompañan muchos de los momentos de
vida de este deporte donde nació, pero no voy a describir ahora la amalgama de
emociones de un partido vivido en las islas, mi rincón acoge ahora la capacidad
para honrar a ese deporte que ofrece una visita al National Football Museum
ubicado en Manchester.
No
soy yo una persona que se pierda en museos con asiduidad pero, quizás la
coyuntura emocional ha sensibilizado mi capacidad de sentir entre pasillos que
cuentan historias, reviven hazañas, honran a personas, idolatran momentos,
describen hazañas…
Porque
el fútbol es muchas cosas y todo eso te lo ofrece un paseo por este museo donde
entre otras cosas te sorprende el homenaje a todos los estamentos que
participan de este juego. Todos tienen aquí su espacio. Desde luego son los
futbolistas los que copan sus más laureados espacios, los equipos, los trofeos,
pero también aquí se honra al balón, no olvidan el simbolismo de los escudos,
los equipajes, recuerdan gestas en una atmosfera que igual lo impregna de
dramatismo (de erizarse la piel el lugar donde se recuerda la catástrofe del
avión de Múnich del Manchester United en 1958) como de divertimento pedagógico
(grandes espacios de juegos que didácticamente ilustran a que los niños amen lo
que representa este deporte).
Personalmente
ha sido inevitable no toparme con la morriña, la melancolía y el recuerdo al
parar ante el espacio en el que se dignifica, como casi nunca había sentido en
ningún momento ni lugar, al periodista deportivo. Entender que forman parte del universo
futbolístico y rendirle homenaje representa la grandiosa capacidad de estima
que esta sociedad inglesa ofrece a lo que es más que el deporte rey.
Fue
fantástico escuchar una retransmisión histórica de la BBC que tú mismo puedes
elegir, porque aquí, en el National Football Museum, están los archivos de la
BBC de sus retransmisiones de fútbol por la radio. Puedes acceder a temblar de
emoción eligiendo los 5 momentos más grandes de cada uno de los 92 clubs de la
liga y de la selección.
(Envidia,
lágrimas, corazón en llama al comprobar este homenaje a la radio mientras en mi
propia casa, casi 25 años de historia del fútbol valenciano han quedado silenciados
y con poca perspectiva para que, algún día, nuestros propios hijos, puedan
tener acceso a esos entrañables momentos. Ay, del sangrante silencio al que ha
condenado a mi sociedad los regentes políticos).
Aquí
hay radio, hay prensa y hay televisión, conscientes que el futuro solo se
escribirá con el homenaje permanente a todos los participantes de espectáculo
futbolístico.
Esa fue sin duda mi mayor sorpresa. Nada queda sin retratar en el National Football Museum. Por supuesto, se exponen la reglas del juego y su evolución, las tácticas, pero también tiene su escenario el fútbol femenino, se repasa lo dicho, retratado y dedicado por grandes artistas como Picasso a este deporte y en ese repaso y, al igual que es inevitablemente elogiable el espacio dedicado a los med.com, no menos plausible es el rincón que ilustra el trabajo de los servicios médicos en los clubs de fútbol, otra de las labores imprescindibles y casi nunca dignificada. Hasta llegar aquí.
Tal
vez no sea el más completo lugar, puede que incluso no sea el más ilustrativo o
recomendado, pero personalmente, que sí gusto de enajenarme de la realidad
entre exposiciones con imágenes, dibujos, historias o sonidos, fue realmente el
paseo por el National Football Museum uno de esos instantes que te impregnan
lejos del terreno de juego de la inevitable fuerza pasional que de forma
singular te ofrece este deporte, juego, espectáculo y sí, negocio, pero bendito
siempre deporte rey: el fútbol.