viernes, 6 de diciembre de 2013

QUIÉN DEBERÍA REFORMAR LA CONSTITUCIÓN

     Algo  grave pasa en una sociedad que ocupa el Día de conmemoración del nacimiento de su Carta Magna, en la nieve o de paseo por la costa antes que identificarse con la ley que rige su cotidianeidad. Pero mucho más grave es el mensaje que lanza esta actitud para el sentir democrático ya que representa un desafecto preocupante de todo un pueblo por una Constitución creada bajo un consenso que, hoy por hoy, no solo no existe, sino que resulta imposible imaginar ante la beligerancia permanente que se ha adueñado de la clase política nacional, incapaz de recoger el relevo del grupo de constituyentes que apartaron rencillas por el bien del futuro de toda una sociedad.
      Que la Constitución fue en muchos preceptos un parche es real; pero no sería justo quedarse en ese argumento para despreciarla y abalanzarse bajo la que parece se ha convertido en necesidad urgente de reforma.
     Porque nuestra Carta Magna es muy mejorable y puede que incluso necesariamente mejorable en esta coyuntura del siglo XXI, pero también es cierto que en su ideario incluye un nivel de madurez legal y concepto de derechos fundamentales excelentes en su concepto. El problema, como casi siempre son las diferentes lecturas que ofrecen determinados preceptos y que solo han sido adulterados por interpretaciones de quienes deberían ser los gestores y administradores de las libertades pero que se han revertido en fundamentalistas de intereses personales y reminiscencias de ideologías próximas al autoritarismo de tiempos pasados.
     Celebrar el Día de la Constitución bajo la amenaza de reducción de derechos fundamentales como la libertad de prensa, el derecho de manifestación o de huelga, debería ser un acicate para que esta sociedad alzara su voz y abandonara en la vereda esa actitud de pueblo narcotizado.
     Sin embargo, hoy nos encontramos con informaciones como las que publica en su portada en el diario Levante-EMV y que ilustra este artículo. Y ante esta noticia y el día que la fatalidad ha convertido en protagonista a Nelson Mandela por su fallecimiento recuerdas una de sus frases: “No puede haber una revelación intensa del alma de una sociedad mas que en la forma en la que trata a sus niños”.
 
     No, la Constitución no es la mejor de las Leyes Fundamentales logradas, pero tampoco es justo su desprestigio o el maltrato que recibe por parte de la nueva clase política, indigna heredera de la potente generación que construyó la democracia en este país.

     Nos guste o no nos guste, nuestra Carta Magna merece ser respetada e incluso muchos juristas aluden a que es ella misma quien dispone en su redacción de la posibilidad de avanzar en algunos argumentos que, sí, merecen y deben ser actualizados al siglo XXI y a las demandas de la sociedad, pero por otra parte, ¿alguien se atreve a que esta generación política “meta la mano” en la Constitución?
     Yo hoy por hoy no solo dudo, sino que estoy plenamente convencida de la incapacidad de la actual generación política que ocupa casi en su totalidad el actual Congreso de Diputados para consensuar una legalidad donde prevalezca el bienestar de la sociedad.
     Y sí, yo abogo por una reforma pero que incluya muchos cambios de nuestro concepto democrático. Aceptadas las diferencias en el espectro nacional yo apostaría por la existencia de un estado federal, un proceso electoral con listas abiertas, un estado no monárquico, aconfesional de hecho, etc. Sin embargo, hoy por hoy no confío en el tijeretazo que pretenden dar a la Constitución de 1978 porque no pueden redactar una nueva Carta Magna quienes la vulneran e interpretan a su puro antojo.
     Tal vez la catarsis social que en algunas conciencias comienza a provocar la socorrida crisis que, disfrazada de económica está denigrando derechos humanos fundamentales, origine la aparición de personajes capaces de ganarse la confianza para la reforma constitucional; pero esta histórica tarea no puede recaer en compañeros de viaje como el personaje que protagoniza hoy actitudes como la denunciada en el periódico Levante-EMV.

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