Hace unos días escudriñando en redes sociales encontré un artículo
que bajo el título “Literaterapia: escribir para sanar tus heridas” supuso una
muy grata sorpresa. A partir de ahí confieso que he investigado y he leído
mucho al respecto.
Siempre había pensado que mi afición a escribir de forma
desaforada en momentos de desasosiego o euforia era una terapia muy singular;
sin embargo, cuál fue mi sorpresa al conocer, gracias al artículo mencionado
anteriormente, que esa costumbre no era algo singular (¡ay, siempre mirándonos
el ombligo!), es un recurso extendido las dos últimas décadas como terapéutico
en psicología y recibe el nombre de literaterapia.
Margarita Terragona, académica de la Universidad Iberoamericana,
expone en el mencionado artículo que "la utilidad de escribir situaciones de
inestabilidad tiene un impacto muy favorable a la persona que lo hace y si es
de manera diaria, durante un lapso de 10 días, logrará verbalizar pensamientos
profundos y plasmar aquello que sintió en el momento del evento, cómo vive y
todas las emociones y reflexiones que derivaron del suceso que describe para
sentirse mejor".
En este cambalache de época que vivimos donde el ritmo frenético
provoca constantes bandazos en el barco con el que afrontamos nuestra personal
travesía, el recurso de la literaterapia
ofrece la posibilidad real de soportar mejor las tempestades. Sobre todo en
personalidades introvertidas en las que cuesta en exceso expresar sentimientos
o manifestar ideas sin rubor. En ellas es mucho más cómodo interiorizar
preocupaciones, inquietudes e incluso alegrías, que exhibirlas, aunque sea esta
una insana costumbre.
Es precisamente entre esas personas donde la escritura de un diario personal adquiere el valor de terapia.
Según Margarita Terragona “en sociedades desarrolladas donde la globalización alimenta la soledad del individuo, verbalizar las emociones es una liberación mental... Y solo la literaterapia ofrece la capacidad de sanar rencores y heridas emocionales que de otra manera pueden dañar profundamente”.
Es precisamente entre esas personas donde la escritura de un diario personal adquiere el valor de terapia.
Según Margarita Terragona “en sociedades desarrolladas donde la globalización alimenta la soledad del individuo, verbalizar las emociones es una liberación mental... Y solo la literaterapia ofrece la capacidad de sanar rencores y heridas emocionales que de otra manera pueden dañar profundamente”.
Sin
duda, el bálsamo que ofrece exponer todo la amalgama de sentimientos (buenos y
malos) que experimenta diariamente el ser humano es una gran ventaja para el
que gusta de escribir.
Sin
embargo, al parecer la literaterapia para ser perfecta en su labor de sanar
requiere de un receptor. Sócrates ya apuntó que “una vida sin examen no merece
la pena vivirse”.
Pues
bien, basado en esta frase y en la necesidad de recibir aprobación, el escritor
Paulo De Lanz en su libro “La sanación escribiendo”, puntualiza que “es la
existencia de alguien la que ofrece mayor valor a la literaterapia… porque es
esa existencia la que refrenda la sensación al escribiente del “me comprenden”.
Según
este autor, “cuando se escriben ideas y pensamientos para la propia reflexión, el
esfuerzo por transmitir es menor que cuando se escribe con la intención de ser
leído”.
Surge
aquí el debate entre la necesidad de escribir como terapia o la necesidad de
escribir para alguien como terapia.
Sin
duda, los aficionados a la literaterapia recurren a ella para exponer no solo lo que se piensa, sino
también lo que se siente y a veces incluso lo que se siente sin pensar. Y suele
hacerse desde la absoluta sinceridad y bajo el cobijo del anonimato o el secreto,
sabedores que no hay nadie al otro lado del mensaje, porque ya se sabe que solo
ante uno mismo se es absolutamente transparente.
Por
eso, parece contradictorio que el éxito de la literaterapia requiera de la
existencia de un receptor. La sinceridad en la escritura es totalmente
transparente y en esta sociedad, en este mundo, se sabe que la total sinceridad
casi siempre es castigada porque como dijo Oscar Wilde, “un poco de sinceridad es algo
peligroso, demasiada sinceridad es absolutamente fatal”.
En
este impersonalizado mundo encontrar un amigo verdadero con quien compartir
momentos e ideas es un lujo, pero conseguir que además aparezca alguien capaz
de aceptar y “padecer” la casi diaria escritura de esos textos confeccionados
como alivio o terapia de otro es casi imposible. De hecho, ya puntualizan algunso autores que "es
mucho más fácil ser escribiente que lector... aunque para que la
literaterapia sea altamente positiva necesita de la existencia de ambos sujetos".
Pero bueno, la vida a veces te ofrece sorpresas y, si tienes un golpe de suerte, puede que incluso te ofrezca el regalo de presentarte en el camino algun potencial lector, es decir, haberlos haylos.
Así que, como recurso terapéutico o como costumbre, tanto como aficionada a la escritura como a la lectura, será momento de intentar potenciar la literaterapia… Además, ¿cuántos escritores han producido obras magistrales sin percatarse que estaban utilizando la literatepia?
Pero bueno, la vida a veces te ofrece sorpresas y, si tienes un golpe de suerte, puede que incluso te ofrezca el regalo de presentarte en el camino algun potencial lector, es decir, haberlos haylos.
Así que, como recurso terapéutico o como costumbre, tanto como aficionada a la escritura como a la lectura, será momento de intentar potenciar la literaterapia… Además, ¿cuántos escritores han producido obras magistrales sin percatarse que estaban utilizando la literatepia?