Entre los cambios que nos ha
tocado experimentar en esta revolución social que está siendo esta década del
nuevo siglo XXI se incluye el “recorte” del periodo vacacional. Qué lejana se
evoca aquella época cuando eran dos o tres los meses de asueto al menos entre
los más jóvenes.
Hoy, si se dispone del privilegio
de tener trabajo, se ha convertido en un problema familiar el cierre de los
colegios el mes de julio para los pequeños. Porque no siempre los abuelos
pueden abarcar tanto y no siempre las economías permiten semanas de campamento,
intercambio internacional de aprendizaje de idiomas, etc.
No obstante, son muchas las escuelas
que programan actividades en esta época estival en la que ya proliferan los
campus temáticos. Los que se centran en el fútbol se han convertido en este
cartel en una excelente alternativa.
Se trata de eventos que se
centran en recuperar el fútbol en esencia y alejar a las nuevas generaciones de
ese corrompido ámbito que parece que es en lo que se empecinan algunos en
querer convertir este deporte.
Sí, es cierto que hay cientos de
campus como hay decenas de futbolistas, técnicos o clubes que organizan esta
actividad; pero yo, estos días, he
podido constatar que existen apasionados futboleros que honran el espíritu de
aquellos pioneros que iniciaron este juego de dar patadas a un esférico para
conseguir crear un “espectáculo” que ha
aportado más a la globalización del planeta bajo un mismo manto, que infinidad
de eventos.
La película “La Gran Final” dirigida por Gerardo Olivares
refleja en tono de comedia y con tintes de surrealismo la universalidad del
fútbol.
En nuestro territorio estas
semanas, hay decenas de campus y cientos de escuelas de fútbol que seguro
pueden ser identificadas desde esta perspectiva pero yo no voy a ser objetiva y
hoy voy a lanzar mi aplauso al Campus al que, da mucho más que su nombre, un
futbolista que identifica en su persona unos valores que, no importa dónde le
lleve su destino profesional, siempre quedarán labrados en los genes del mejor
LevanteUD de la historia.
La imagen de Vicente Iborra celebrando un
gol granota en el estadio de Mestalla o su estampa en lo más alto de la fuente de la Alameda totalmente
enfervorizado tras conseguir el equipo la clasificación para competición
europea serán para siempre recuerdos fotográficos de una entidad centenaria.
Pero "Ibo" es mucho más que un
jugador del LevanteUD. Comprobar cómo cuida cada detalla para transmitir su
pasión por el fútbol a los más pequeños ha sido todo un lujo. Porque el
centrocampista de Moncada demuestra cada día que esos principios que todavía
otorga a este deporte el valor emocional de una actividad que apasiona a
millones de personas son intrínsecos a su personalidad. Por eso no importa qué
colores defienda en su futuro profesional, su vocación futbolística es tan
noble como verdadera y su buenhacer
enorgullece a los que creen en la nobleza de este deporte.
Y estos son los conceptos que
están inculcando todos los monitores del Campus Iborra a los más de un centenar
de niños y niñas que participan en esta escuela estival a la que “Ibo” no sólo
ha cede el nombre.
Su grupo de colaboradores,
formado por poco más de una docena de entrenadors-pedagogos y por la perfecta
organización que desempeña Luís Navarro han asumido el reto de, no solo proponer
una actividad estival con la que “entretener” a los pequeños entorno al mundo
del fútbol durante una semana.
Aquí el fútbol es solo la excusa.
Enseñar a perfeccionar fundamentos técnicos, desarrollar conocimientos tácticos,
mostrar cómo lanzar un penalti o quitar el miedo a los más menudos a rematar de
cabeza son solo un minúsculo del libro de enseñanzas que el Campus Iborra ha
ofrecido a sus alumnos.
La labor pedagógica incluye
inculcar conceptos como la solidaridad del trabajo de equipo, el fomento de la convivencia entre
compañeros, aprender a competir, a ganar y a perder, pero siempre desde un
trato que potencia el desarrollo potencial del niño.
Todos esos argumentos no sólo son
un perfecto eslogan de campaña, son las nociones que intentan imbuir a los
asistentes estos días a las instalaciones de “La Pelosa ” de Moncada. Esa es
la única realidad que cualquier familiar de los jóvenes participantes en el
Campus Iborra puede verificar.
Y estas iniciativas merecen el
elogio y la felicitación. Enhorabuena a todas las empresas colaboradoras, a
Torneo Sport como entidad organizadora y a Vicente Iborra. Ellos han conseguido
arrancar el gesto más definitivo de lo que es la felicidad: la sonrisa de un
niño.
Los padres les han “cedido” unos
días el bien más valioso de que disponen: sus hijos y ellos han respondido
bordando en felicidad cada hora disfrutada por ese centenar de niñ@s que han
tenido la enorme suerte de adquirir los valores de un fútbol que, por mucho que
se empeñen en demonizar algunos colectivos (futboleros incluidos) no lograrán
vencer mientras exista gente como los que estos días han hecho feliz al
centenar de participantes en el Campus Iborra.