El beneficio que ofrece
la literatura es sugestivo en tiempo de declive para relativizar la tan manida
crisis y evadirse entre paisajes, retratos e historias. No obstante, la
negatividad también hace proliferar historias que se asientan en la banalidad, novelas
que disponen de la simpleza que encumbra como best-seller cuentos largos que en
otras épocas, en otras exigencias, no supondrían punto de reparo para el
lector.
En el cambalache que impregna
el espacio literario actual, donde ocupa igual lugar en puesto de ventas un
libreto de autoayuda (la mayoría muy respetables aunque también se cuelan muchos obtusos y
simplistas) que una obra de época, no es fácil discernir el ejemplar que puede
referenciar un momento, una historia, un autor.
En Las Flores de Baudelaire
el retrato del Bilbao de comienzos del s.XX, la agilidad de actuación del
protagonista, o la sorpresa continua como argumento deja la impronta de
descubrir una obra que puede catapultar a un nuevo autor a ese universo de
nebulosa que representa la literatura.
Es importante la
sugestión personal y eso tan difícil de disponer como es la coyuntura óptima
para afrontar una lectura que ofrece un paisaje de ambición y prosperidad en un
momento de crisis generalizada. Tal vez por ello, el regusto que personalmente
ha posado en mi Las Flores de Baudelaire deja que este comentario sea sobretodo
subjetivo con poca tizna de espíritu crítico. Pero a veces, muchas veces, la
mejor obra reposa su grandilocuencia en
el ánimo en la que afronta su lectura el lector y la sugestión con que lo
cautivará.
Las Flores de
Baudelaire han sido el rescate ideal de evasión de
este verano convulso de 2012. Su lectura ha supuesto esa brisa fresca que
ofrece la agilidad de la narración con la que Gonzalo Garrido prende al lector.
El paisaje de ambición que ofrece el autor para diseñar la línea argumental se
enlaza con la codicia de sus personajes y el retrato de una sociedad señorial
pero grotesca, noble pero egoísta, nueva pero envilecida por ese anhelo
incesante que surge en quien pretende vivir y manejar el mundo desde una
atalaya.
La novela de Gonzalo
Garrido supone también un homenaje a los amantes de esa renacida ciudad que es
hoy de nuevo Bilbao. La villa que durante décadas representó para el Estado la
referencia europeísta. De forma sutil ese modelo inspirador aparece de forma
tendenciosa en la obra, puede que para diseñar mejor la historia impregnada de
ese sabor a intelectualidad y prosperidad de los inicios de siglo XX.
Por todo ello,
recomiendo la lectura de Las Flores de Baudelaire después de
percibir que con esta novela se puede contribuir al reconocimiento de un nuevo
y esperanzador natalicio, el de Gonzalo Garrido al universo literario nacional
del siglo XXI.