Si
algo caracteriza (para envilecer) la sociedad de estos primeros compases del
siglo XXI es la globalización de la soledad. Ya no estamos en la era del
universalismo de la información, (logro conseguido en los coletazos del siglo
XX), hoy en este 2012 el efecto que más une a los pueblos es la soledad en la
que se han asentado sus individuos (por cierto, acertado vocablo en este
punto).
Es
precisamente esa soledad generalizada la que ha generado el éxito del WhatshApp.
Según el catedrático de psicología Enrique
Echeburúa, esta forma de comunicación no sólo crea adicción por su uso
compulsivo sino que se está convirtiendo en una “herramienta de control”. Uno y
otro “peligro” radica en la posibilidad de establecer contacto permanente entre
el receptor y el emisor en esta nueva forma gratuita de comunicación.