Rafa Nadal deja los JJOO de Rio de Janeiro con una medalla
de oro más en su excelente palmarés deportivo. No obstante, el verdadero éxito del
tenista mallorquín ha vuelto a ser, una vez más, su excelente competitividad y
ese mensaje subliminal verbalizado hace años por el talentoso deportista porque
“el éxito no es la victoria sino todo lo que has peleado por ganar”.
Rafa nos ha demostrado que, en efecto, a veces, ganar no es
lo importante.
Las lesiones han mermado últimamente el nivel competitivo de
un deportista excepcional que, sin embargo, cada vez es más sobresaliente y
singular como modelo ejemplarizante, no solo para deportistas sino para generaciones
enteras demasiado acostumbradas a rendirse frustradamente o a convertir el “laissez
faire” en modus de vida.
No vamos a analizar aquí la capacidad psicológica o el
manejo del “flow” interiorizado del que dispone Rafa Nadal. Expertos como el
prestigioso psicólogo del deporte, José Carrascosa, ya han analizado estos
valores de forma mucho más exhaustiva en artículos como el publicado en http://sabercompetir.com/ bajo el título de
“Los Valores de Rafa Nadal”.
Sin embargo, sin disponer de la capacidad intelectual para
analizar al personaje, como simple admiradora del manejo del estado mental de
su figura, me atrevo a plasmar sobre una hoja en blanco lo que es una simple
reflexión.
Porque la lección ofrecida por Rafa Nadal en el partido que
lo dejó fuera de la conquista de medalla en categoría individual, va mucho más
allá del éxito de la consecución de un metal en unos Juegos Olímpicos.
Los que
presenciamos el partido entre el mallorquín
y el japonés por el bronce olvidaremos muchas cosas de la competición,
pero lo que tardaremos en olvidar es la lección de competitividad mostrada por
un deportista que une al talento, el esfuerzo y la competitividad, el manejo
prodigioso de unos valores que los psicólogos consideran primordiales para
vencer: la autoconfianza, la concienciación, el manejo del flow…la mentalidad.
En una sociedad habituada a acatar sin responder, a aceptar
sin comprender o a hacer sin rechistar, observar la fortaleza psicológica de un
joven deportista para desterrar de su libro de valores la palabra rendición es
una lección mucho más valiosa que incluir una medalla en un palmarés.
Con un 5-2 superar dos bolas de partido y ganar un set es
una enseñanza para interiorizar, como sociedad y como simple ser humano. Nadal
volvió a demostrar que desconoce el significado de la palabra rendición. Y esa
es el mejor capítulo con el que la leyenda tenística que es Rafa instruyó a todo
aquel que presenció el partido anteriormente mencionado.
Casi 500 años antes de Cristo, Confucio ya dijo: “Nuestra
mayor gloria no está en caer, sino en levantarnos cada vez que caemos. Muchos
siglos después el escrito William Feather escribió “el éxito es en gran parte
seguir adelante cuando otros lo han dejado”.
Todas estas enseñanzas que muchos intentamos aprehender (no
sin esfuerzo), tuvo el pasado domingo en la figura de un deportista del siglo
XXI su mejor representante.
Muchos han sido los que hoy han elogiado al tenista por una
lección ejemplarizante, una clase magistral y una actuación modélica. Porque somos
demasiados los que en una coyuntura complicada o dificultosa tendemos a la
rendición, para ellos hoy Nadal es, una vez más, el ídolo a seguir.
Al amparo
de “vamos”, el tenista ha transmitido el valor del poder unipersonal, la
fortaleza mental y la lucha como base para la consecución del cambio, porque
como bien dijo Rafa Nadal “las cosas no cambian por sí solas, las tienes que
hacer cambiar y yo voy a hacer lo posible por cambiarlas”.
Sigamos su ejemplo, desterremos el meninfot y el pasotismo
porque nuestra felicidad y nuestros logros dependerán de nuestra capacidad para
luchar por ellas y eso solo lo lograremos si no nos rendimos.