No pretenden estas líneas ejercer un cántico de egocentrismo pero a esta hora y en este día me resulta imposible enajenarme del abanico de sensaciones que he podido vivir los últimos días. Tal vez va a reflejar en exceso el sentimiento de quien ya está utilizando esta columna como agradecimiento. No, no es fashion, correcto, normal ni cotidiano hablar de sentimientos. Abrir el pasillo del corazón para mostrar lo que en él cohabita y siente es calificado de vergonzoso, indecoroso e incluso escandaloso u obsceno.
Sin embargo, aún con cierto rubor, hoy quiero cantar al mundo la sensación de ese pellizco que ofrece mirar alrededor un instante, emitir un suspiro profundo y sentirte feliz. Mi gente me ha trasladado a ese paraíso.
El orgullo de ejercer de presentadora de las Publicaciones de la Semana Santa Marinera de 2012 ha sido inefable hasta ofrecerme un abanico de sensaciones que me han conmovido. Siempre había considerado que eso de “ser profeta en tu tierra” debía ser agradable, ahora sé que es excelso eso de ver en los ojos de tu familia, tus amigos y tus vecinos sólo cariño.
A veces la vida te pone en las manos la varita para que la calabaza en la que te acomodas se convierta en carroza y te traslade al paraíso que sólo es tu hogar, tu familia, tu gente…. La Junta Mayor de la Semana Santa Marinera de Valencia me ha tenido en esa nube los últimos días y hoy quiero responder a tanto afecto mostrando aquí, en este rincón, mi eterno agradecimiento.
Sí, a veces la vida te premia. A mí ya me premió con nacer dónde he tenido la suerte de hacerlo, rodeada del mar y de la personalidad que recibe la gente de los Poblados Marítimos de la ciudad de Valencia, la que recibe este pueblo rico en su singular cultura por la proximidad del sonido el olor y el color que ofrece el Mare Nostrum.